Como si la pandemia fuera poco…

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editorial

En nuestra sociedad actual, el segmento de la gente mayor -que crece más cada día- es el que está acusando con mayor intensidad el golpe psicológico que viene aparejado con los sucesivos escenarios de violencia desatada que ocurren casi a diario en nuestro país.
Aparte de la delincuencia que podríamos llamar “cotidianamente normal”, con lanzas “a chorro” que roban carteras y celulares en plena vía pública, sumados a los asaltos a viviendas; los “portonazos” y “encerronas”, están los “ajustes de cuenta” entre narcotraficantes que se traducen en balaceras a raíz de las cuales mueren o quedan heridas personas inocentes, incluyendo niños de corta edad.
Todo ello, en medio de todas las limitaciones y restricciones que imponen los confinamientos por la pandemia del maldito Coronavirus, van creando un ambiente tan pernicioso, que los más ancianos (as) apenas lo pueden tolerar.
Y como si todo esto no fuera suficiente para colapsar la ya rebalsada contención psicológica y mental, están los episodios de la mal llamada “violencia social” que se presenta más que nada en las grandes ciudades que están sobrepobladas y aún más con la reciente “inserción” de los inmigrantes que buscan “acomodarse” en cualquier parte, huyendo de los dramáticos panoramas políticos, económicos y sociales de sus respectivos países.
Las gotas que rebalsan el amargo vaso de este complejo presente, está radicado más recientemente en los estallidos derivados de casos como el ocurrido en Panguipulli, en la Región de los Ríos, donde la reacción no pudo ser más extrema e irracional porque el grado de destrucción protagonizada por verdaderas turbas, se tradujo en incendios de numerosas dependencias de vitales servicios públicos.
Y lo peor de todo es que las controvertidas “redes sociales” se han estado convirtiendo en verdaderas cajas de resonancia y –para ocupar un dicho muy chileno– parecen solazarse en “avivar la cueca”, sembrando el odio y amplificando los peores sentimientos que puede ser capaz de concebir el ser humano.
¿Quiénes pueden quedar todavía un tanto al margen de esta penosa realidad?…
La gente simple y sencilla que vive en áreas rurales, con escasa población y donde aún puede vivirse en una paz razonable, junto a la madre naturaleza.