Entrevista a Galo Fernández. En conversación con diario La Prensa, el prelado abordó el mensaje entregado en el Te Deum, en el marco de los 50 años del Golpe de Estado, y a la posibilidad de que la Iglesia pueda recibir antecedentes que permitan esclarecer los casos de detenidos desaparecidos.
TALCA. “Nadie puede ser atropellado en su dignidad”. “La violencia nunca es un camino legítimo”. “Nos duelen las lágrimas de todos estos años, especialmente las de aquellas familias que no han podido dar una digna sepultura a sus seres queridos”. “Imploramos nuevamente a quienes tengan información sobre el paradero de personas detenidas desaparecidas, a que la entreguen debidamente, si no lo han hecho hasta ahora”, son algunas de las frases del mensaje ”Felices los que trabajan por la paz” entregado por el obispo de la Diócesis de Talca, Galo Fernández, en la celebración del Te Deum el 18 de septiembre. Un mensaje suscrito por la Conferencia Episcopal en el marco de los 50 años del Golpe Militar, y cuya alocución se repitió a lo largo de nuestro país y quedó resonando más allá de los muros de los templos e iglesias. En conversación con diario La Prensa, el prelado católico aborda el Golpe de Estado y la búsqueda de los detenidos desaparecidos en dictadura (1.092 a nivel nacional, 59 en el Maule), un tema pendiente, una herida que sigue abierta.
Estamos en el contexto de los 50 años del Golpe Militar, que fue un episodio muy doloroso para nuestro país y así también lo entiende la Iglesia Católica ¿Cómo se puede avanzar en este desafío tan grande de encontrar verdad y por cierto, también reconciliación?
“Me gusta la pregunta porque tenemos que preguntarnos cómo mirar para adelante y el mirar para atrás tiene sentido para aprender, para no repetir los horrores que causaron tantas dificultades y tantas víctimas. ¿Cómo mirar para adelante y cómo avanzar? Yo pienso que, en gran medida lo hemos dicho, en los temas de cuidar la democracia y cuidar algo que es esencial a la democracia, que es la capacidad de diálogo y el reconocimiento que nos damos mutuamente de la legitimidad de todos los que estamos aquí. Pese a nuestras diferencias de pensamiento, ideológica, nuestras miradas, pero no mirarnos como enemigos, por más que podamos ser, yo decía, adversarios sí, enemigos nunca”.
En este mensaje que entrega y que es firmado por la Conferencia Episcopal, hay una parte donde se indica que incluso se ofrecen los servicios de los sacerdotes para recibir esta información de manera reservada, pero para poder avanzar hacia la verdad y hacia la justicia ¿Cómo operaría en términos prácticos?
“La verdad es que no es que haya un plan estratégico, sino más bien la manifestación de una disponibilidad, porque pensamos que ciertamente de las heridas abiertas que permanecen, es el hecho que para algunas personas sus familiares desaparecidos continúan así, y eso es un dolor que está abierto. Algunos, con razón, piensan que han pasado tantos años que la probabilidad puede ser menor. Sin embargo, nosotros pensamos que todo lo que se haga en vista de tratar de sanar este dolor, hay que hacerlo. Y en ese sentido, manifestamos nuestra disponibilidad. Yo creo que no se trata de que haya un método, tampoco hay un ordenamiento del Estado que nos otorgue una facultad especial, sino que nos ponemos a poder ser transmisores. Si es que hay algún antecedente que pudiera llevar al paradero de dónde están enterrados los cuerpos, estamos disponibles para colaborar”.
En este caso, en el Maule ¿Usted como obispo o cualquier sacerdote en general?
“Cualquier medio, no hay un método ni un trámite, ni una burocracia especial. Cualquier método que ayude, nosotros colaboraremos a transmitir la información sin inquirir con tal que haya esa confianza. Pero como digo, no se trata de un proceso que esté estipulado ni regulado legalmente, sino que hemos manifestado nuestra buena disposición”.
Y en ese caso ¿Se mantiene, por ejemplo la reserva de la persona que entrega la información?
“Ciertamente, me parece que se trata de eso, sino la persona podría directamente y sería mucho mejor, que se acercara a un organismo público, a entregar los antecedentes. Si una persona que por temor a ello, lo quiere hacer a través de terceros y me imagino que hay muchos otros terceros, no solo la Iglesia que está disponible para poder colaborar en esa búsqueda”.
PLAN NACIONAL
Además está el Plan Nacional de Búsqueda lanzado por el Presidente Gabriel Boric, ¿Qué opinión le merece que tome esa iniciativa el Gobierno?
“Yo la valoro, creo que toda iniciativa en este sentido y es una iniciativa que se toma y que va en la línea de lo que fueron el Informe Rettig y después el informe de la Comisión Valech, que han ido buscando dejar en el registro de estos hechos tan dolorosos. Entiendo que aquí hay un paso nuevo que significa una comisión que no solo deje en los organismos estatales normales las investigaciones, el hecho de tomar la iniciativa, y mucho menos dejar solo en manos de las familias el poder reclamar más antecedentes, sino que hay un esfuerzo de Estado por juntar los antecedentes y tomar la iniciativa que pudieran llevar al encuentro de estos cuerpos”.
Al respecto ¿Existe o han recibido información, o no hay nada por ahora?
“Nada, nada que yo conozca, nada”.
Por un lado está la disposición de la Iglesia Católica, el esfuerzo que hace el Gobierno con este Plan Nacional de Búsqueda y por otro lado, tenemos al Ejército que su comandante en jefe (Javier Iturriaga) dice que hay que hacerse cargo del pasado, pero también dice que no hay más información que no esté en los tribunales ¿Cómo recibe usted ese mensaje de parte del Ejército?
“Bueno, entiendo que han pasado muchos años y como el mismo comandante, lo ha dicho: todos los que están en el Ejército hoy día no eran parte de esta historia. Él mismo señala que tenía siete años para el Golpe Militar y no soy yo quien para poder estipular qué es lo que él puede hacer o no. Me parece bastante comprensible que de estas atrocidades que se cuidaron tanto de esconderlas, no dejaron registros ordenados ni sistemáticamente. Es bastante comprensible que así debe haber sido. Por cierto que si encontraran en algún archivo algo, creo que tendrían el deber de hacerlo llegar de inmediato”.
Las palabras del general dejan en claro que va a ser un tema muy difícil de avanzar.
“Sí, ciertamente que lo es, es una herida profunda y pienso que todo lo que hagamos por mostrar cercanía y solidaridad con esas familias, tenemos que hacerlo. Nosotros junto con el Te Deum que hemos tenido una palabra muy de atención a estos hechos, hicimos el 14 de septiembre una misa con las agrupaciones de derechos humanos y también con los organismos del Estado, como una manera de acompañarlos y de valorar la dignidad con que ellos se han mantenido en la búsqueda de sus familiares. En la homilía de esa ocasión yo decía que no teníamos nada que enseñarles a ellos, sino mucho que aprender, del coraje, de la perseverancia, de la mansedumbre en el sentido evangélico. ‘Los pacíficos obtendrán la tierra’, así dice el evangelio y ellos han mantenido sin ira, sin violencia, la pregunta ¿dónde están? siempre abierta”.
VICARÍA
En su momento tuvo un papel muy importante la Vicaría de la Solidaridad. Hoy día, pasados 50 años, ¿Ve necesario que se cree una instancia como esa? ¿Puede ser útil para esta búsqueda?
“Ciertamente son tiempos muy distintos. La Vicaría de la Solidaridad responde a una carencia gigantesca por parte de los organismos del Estado por una falta de libertad, no había ninguna institución que pudiera asumir la defensa de tanta gente desprotegida. Hoy las circunstancias son otras. La iglesia tiene hoy día una Vicaría de Pastoral Social que busca hacerse cargo de tantos otros temas. Hoy día, un tema que nos preocupa muchísimo en materia de respeto a la dignidad de las personas y en materia de apoyo a los más desvalidos, es la situación de los migrantes. Y nuestra Vicaría Pastoral Social tiene un departamento, una sección que está muy dedicada a poder apoyarlos, acompañarlos. Gracias a Dios se han ido sumando fuerzas. También ha habido algunas universidades que nos han prestado apoyo con estudiantes en prácticas para poder darle resguardo jurídico a estos hermanos migrantes que hoy día están en una situación de mucha desprotección”.
¿Cómo se puede cerrar esta herida abierta?
“Ojalá tuviera una respuesta fácil. Me parece que es una herida muy profunda. No veo que tengamos una fórmula. Pero sí creo que colabora a poder ayudar a cerrarla, que tengamos una actitud de reconocimiento auténtico con lo que ha pasado, de respeto a las familias que continúan en su búsqueda. Evitar a toda costa que se niegue lo que pasó. Creo que esas cosas ayudan, pero poder decir que eso deja superada una herida, hay heridas que permanecen”.
¿Se puede perdonar a quienes cometieron estos horrores, atrocidades, violaciones de Derechos Humanos?
“Yo soy creyente en Jesucristo que nos habla insistentemente del perdón. Ahora mismo, Jesucristo habla de que el perdón va ligado a la verdad, el perdón cristiano no es un olvido ni un dejar de lado lo que ha pasado. Solamente cuando hay un reconocimiento de los hechos. De hecho, en el sacramento del perdón, el pecador pide perdón, reconoce lo hecho, manifiesta incluso su posición a poder reparar, esas son condiciones. Ahora el perdón no se puede exigir. Ciertamente, y eso lo sabemos, el otorgar el perdón es fuente de mucha paz. Por el contrario, cuando mantenemos la indignación, el rencor, y el que no ofrece perdón, el que sigue manteniendo ese dolor. Pero sin verdad, sin arrepentimiento, sin una manifestación certera y profunda de un cambio, no se puede esperar que haya perdón. Me recordaba que podríamos aprender de la experiencia de Sudáfrica. Nelson Mandela, al asumir el gobierno durante el primer período, después del apartheid, generaron una comisión de verdad y reconciliación, y había procesos en donde personas que habían cometido atropellos a la dignidad, en la medida que eran capaces de reconocer la verdad, entregar antecedentes que ayudaran al esclarecimiento de la verdad y la búsqueda de víctimas, y en la medida que esos testimonios de arrepentimiento eran creíbles, podían ser sujetos de algún grado de amnistía, nunca una paz absoluta y nada que pudiera parecer un mecanismo para la impunidad. Creo que cosas así podrían haber ayudado. Tengo la impresión de que los tiempos han pasado, son otros. Pero, el perdón va de la mano del respeto a quienes han sufrido. Y son ellos los que tienen esa posibilidad de ofrecerlo solo en la medida en que consideren que los agresores se han arrepentido sinceramente, han cambiado profundamente de actitud y hay un compromiso firme de no repetición”.