Juegos típicos. Víctor Miranda y Ester Sosa llevan décadas fabricándolos. Reconocen que las ventas han bajado, pero están dispuestos a seguir haciéndolos para mantener vivas las tradiciones.
TALCA. En un mundo globalizado, que parece dominado por las pantallas y donde la interacción lúdica se da muchas veces de manera remota en los videojuegos, hay quienes persisten en mantener vivas las tradiciones dieciocheras, por ejemplo con el trompo y el emboque, dos reconocidos juegos típicos chilenos. Víctor Miranda y Ester Sosa llevan 30 años en el Mercado Central ofreciendo artesanía en madera que ellos mismos fabrican. “Yo fabrico todo lo que ve en el local”, dice Víctor con un dejo de orgullo y satisfacción, y recorriendo con la mirada todo el interior del local N° 54. Y en medio de la diversidad de productos de madera que tiene en su puesto este matrimonio de artesanos, en esta fecha sobresale el trompo y el emboque, los que con ciertas dificultades han logrado sobrevivir al vertiginoso avance de la modernidad y la casi omnipresencia del teléfono celular y las redes sociales. Hoy en Chile hay más de 33 millones de aparatos de telefonía celular. El 58% de los niños y jóvenes obtiene su primer celular antes de los 10 años, accediendo a telefonía, internet, conexiones inalámbricas, videojuegos y cámaras de fotos y videos, entre otros servicios y pasatiempos.
DIFÍCIL COMPETENCIA
La competencia resulta difícil para el trompo y el emboque. El primero tiene forma de pera invertida, con una púa de fierro (o clavo) en la punta, sobre la que gira tras ser lanzado. Su origen es difuso y antiguo. Según el investigador y folclorólogo Oreste Plath, ya aparece mencionado en los escritos de Virgilio en su obra Eneida. Incluso -dicen- en las ruinas de Pompeya y Troya se han encontrado restos de trompos. El diseño del trompo ha variado. A los cónicos se sumaron más tarde los “taguas”, puntiagudos abajo y abiertos en la parte superior. Incluso hay otros que no tienen púa y solo giran en la punta. En tanto, el emboque es un juguete de dos piezas. Tiene forma de esfera (o campana) con un agujero al centro de su base. De su cuerpo sale un cordón que tiene amarrado en su extremo un madero que debe entrar en el agujero. Según el mismo Oreste Plath, el origen del emboque se relaciona con bolitas, bolos y bochas, y es conocido y utilizado en toda Latinoamérica. El emboque chileno se popularizó en la década del 60.
FABRICACIÓN Y VENTA
Para fabricar el trompo y el emboque, Víctor utiliza tornos que él mismo creó. Señala que además hay que tener paciencia y habilidad para hacerlo. De preferencia utiliza pino como madera, porque es más económica que otras. Si bien nunca ha sacado la cuenta, estima que en el día podría llegar a hacer 30 trompos. Eso sí, confiesa que el proceso de fabricación del emboque es más lento, porque son dos piezas. Cada unidad de trompo y emboque los vende a tres mil 500 pesos. Este año la venta ha estado particularmente floja. “Otros años se ha vendido más. Vendía toda la producción del día, en la tarde fabricaba más y al otro día se volvían a vender”, cuenta Víctor con algo de nostalgia. “Ahora ha estado mala la venta. Anda menos gente que otros años”, insiste. Según Ester Sosa, los papás y mamás ahora compran menos estos juegos que han ido perdiendo terreno frente a la tecnología. “Antes desde los colegios venían a comprar varios, para que los niños aprendieran. Ahora ya no”, dice. En todo caso, está esperanzada en el 18 chico de San Clemente. Otros años han venido a buscar varios juegos para la celebración. Víctor también está optimista. “Si no se venden, quedan para el próximo año, no se echa a perder la mercadería”, asegura.
OTROS PRODUCTOS
Pero no solo trompos y emboques ofrecen en esta fecha Víctor y Ester. Está la tabla para cortar carne para un buen asado dieciochero, también el uslero para la masa de la empanada y el novedoso porta sombrero. Este último, hecho en trupán es una suerte de maleta donde puede guardar y transportar con seguridad el sombrero huaso tan requerido en las Fiestas Patrias. El porta sombrero tiene un precio de 12 mil pesos. Víctor señala que los conjuntos folclóricos lo demandan harto. También los clubes de huasos. Pese a que el camino parece estar cuesta arriba, más aún en un Mercado destruido por el terremoto del 2010 e incendios, y que a gritos pide su reconstrucción, Víctor y Ester están dispuestos a persistir en el oficio de crear artesanía y otros productos en madera. Un oficio al que le ponen cariño, dedicación y paciencia, y al que no piensan renunciar, no por ahora. “Vamos a seguir en esto hasta que estemos vivos”, afirma Ester, soltando una espontánea carcajada.