POR HÉCTOR ORELLANA ABACA / FOTOS CARLOS ALARCÓN DUARTE
Desde niño conoció el rigor y lo duro de la vida. Provenía de un hogar humilde y una familia numerosa, con un padre alcohólico y con su madre que se ganaba la vida lavando ropa. Supo lo que fue vivir en un campamento y sostener la vida en difíciles condiciones.
A pesar de ello le ganó el combate al destino y por nocauts. Hoy presentamos en esta tribuna del recuerdo, al gran Felipe Carvallo Salazar, cuya figura está ligada a la época de oro del boxeo talquino y chileno.
A los 67 años, Felipe se siente agradecido de la vida, reflexiona sobre el pasado y el presente, carga a cuesta la pena conmovedora por la partida hace un tiempo de su madre Otilia Rosa, que con solo mencionarla se emociona lo que habla de un hombre agradecido de su progenitora que lo cuidó, protegió y le enseñó el camino correcto para ser un hombre triunfador y de bien.
“En primer lugar agradezco a usted y a diario La Prensa, que se acuerden de mí. Pocas veces lo he dicho, pero yo me dediqué al boxeo para una necesidad económica. Siempre me reconozco que era limitado, pero aun así puse todo lo mejor en cuanto a trabajo, cuidado y comportamiento para lograr cosas increíbles. Yo debiera haber sido golfista, pero la vida me presentó otra cosa y la acepté, la enfrenté y creo que lo hice bien”, dice Felipe.
TÍTULO MUNDIAL
El 24 de agosto de 1988, en un balneario italiano ubicado entre Nápoles y Caserta, Felipe Carvallo disputó la Corona del Mundo de los Medianos Juniors ante Giovanni de Marco, en lo que constituye uno de los hitos más relevantes de su vida deportiva. “Fue un momento sublime, estar en un hotel de lujo, en Europa, conviviendo con otras culturas y todo producto de mi esfuerzo y el apoyo de mi madre. Cantar el Himno Nacional a miles de kilómetros de distancia fue inolvidable. Un premio a mi propia decisión de desafiar mis propias condiciones físicas, sin escatimar esfuerzos, ni bajar los brazos”.
PALMARÉS
Desde pequeño trabajó en lo más diversos oficios. A los 24 años tuvo la oportunidad de laborar en la Empresa Gordo Atkison que construía la represa Colbún Machicura, donde le entregaron todo el apoyo para seguir en competencias.
Como boxeador amateur hizo 78 peleas, perdió cinco. Fue campeón de Chile en 1978 en Río Bueno, donde derrotó por puntos a Emilio Ulloa y el año 1979, en San Antonio donde ganó a Francisco Arroyo.
Como profesional disputó 24 peleas, perdiendo solo tres, el título mundial y dos en Talca. Fue también campeón de Chile en 1983 en la categoría mediano ligero derrotando a Víctor Nilo.
INGRATITUD
El boxeo le permitió conocer Chile y el mundo, personas importantes, recibir premios, distinciones y reconocimientos. Sin embargo, no puede evadir la amargura que le provoca el hecho que, siendo talquino, Campeón de Chile, Seleccionado Nacional, en su ciudad, ni siquiera le hayan reconocido con un diploma. No lo plantea por un tema de egocentrismo sino por la dinámica natural que no impone reconocer en vida a quienes han logrado situarse en la élite del deporte y sobre todo siendo un real ejemplo de superación.
“Soy nacido y criado en Talca. Lamentablemente en mi ciudad no he recibido ni una mano. Si no se acordaron de mi cuando gané títulos, menos cuando lo pasé mal por las lesiones. Ya nunca lo harán. Pero ya fue”, dice.
PRESENTE
Por ahora Felipe se queda con el aplauso, con el recuerdo de esas jornadas pugilísticas a gimnasio lleno, con el fervor que representaba su presencia entrenando en las calles de Talca, con un buzo que llevaba su nombre lo que facilitaba aún más su reconocimiento.
Vive el duelo por el fallecimiento de su madre, comparte la vida con su esposa Ana María y se enorgullece de sus hijos Clivio y Ana María, ya profesionales y ambos viviendo sus propias vidas.
“Tengo un pequeño gimnasio en mi casa donde entrenó cuando puedo, por temas de salud para mantenerme en forma y también hago clases particulares. El propio boxeo me pasó la cuenta por las lesiones sufridas y que tarde o temprano se van manifestando, especialmente cuando vas entrenado en edad”, señala.
Con su mirada tranquila, Felipe nos invita a recorrer los distintos lugares de su acogedora casa, donde están las medallas y trofeos que dan cuenta de una trayectoria impecable y que son mudos testigos de las hazañas de este talquino que al igual que mucho buscó ser profeta en su tierra. Lamentablemente su tierra le dio la espalda.