Martes, Abril 1, 2025
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“Los sacerdotes éramos sujetos de una confianza ilimitada. Somos seres humanos, no somos impecables, no por ser sacerdotes estamos apartados de toda falta”

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Monseñor hace una fuerte reflexión a los hechos de abusos: “El dolor que ha significado que la Iglesia Católica se haya visto envuelta en situaciones de abusos, yo no puedo sino conmoverme y sentirme impulsado a un cambio, a una conversión”.

Galo Fernández es crítico de los actos de violencia recientes en el Maule: “A mí me aflige la violencia en todas sus formas. Me aflige esta violencia. Confundimos el derecho a manifestarse, con el derecho a paralizar la vida de los demás y atacar a los funcionarios policiales…”. 

Por Juan Ignacio Ortiz Reyes / FOTOS EDUARDO CORVALÁN MUÑOZ

El obispo de la Diócesis de Talca, monseñor Galo Fernández, camina por calle 1 Oriente y sonríe ante la mirada y saludos de feligreses. Lleva siete años en la capital maulina y se siente a sus anchas. “Antes de asumir como obispo ya llevaba casi tres años de administrador apostólico en el Maule, lo que me había permitido conocer la vida de esta región, a la que quiero mucho. Yo no tenía experiencia sacerdotal en regiones, Talca fue mi primera salida de Santiago, pese a llevar 46 años como integrante de la Iglesia Católica de nuestro país”.

Galo Fernández Villaseca tiene 64 años. Cursó sus estudios primarios en el Colegio Saint George y en el Instituto Presidente Errázuriz. La Enseñanza Media la hizo en el Colegio Notre Dame, todos de Santiago.

En 1979 ingresó al Seminario Pontificio Mayor de la Arquidiócesis de Santiago de Chile, donde realizó sus estudios de Filosofía y Teología.

“Yo asumo en la Región del Maule como obispo sin, cómo le dije, haber ejercido como sacerdote fuera de Santiago, pero felizmente tenía muchos vínculos con Carlos González Cruchaga y conocía la realidad de la región. Desde el primer día me sentí muy bien acogido. Llegué como administrador apostólico el 28 de junio de 2018, en medio de la crisis eclesial que vivíamos, en medio de mucho dolor que había en la Iglesia por todas las circunstancias vividas”, dice recordando sus primeros años en el Maule.

Eran años duros. ¿Cómo sintió que los feligreses percibían a su persona?

“Experimenté ese amor profundo a la vida de la Iglesia, que sobrepasaba las dificultades y fui acogido con cariño en todas partes, en esta región hay un profundo sentido de fe en el mundo cristiano de lo que constituye el obispo”.

Y luego viene el estallido social.

“El estallido social lo asumí con mucho dolor. Hay algo de lo que vemos en esta violencia actual, estamos en una época donde las reivindicaciones personales, individuales no tienen límites y creo que eso es un gravísimo error. Todas las causas sociales que uno puede comprender, de malestar por los abusos de crisis social, no se resuelven con la violencia y al contrario se multiplican con esa forma de actuar”.

Y después la pandemia.

“La pandemia en particular significó un problema gravísimo para las fuentes de trabajo y experimenté una Iglesia proactiva en manera de resolver, fue la primera en disponer de nuestras casas de retiro como albergues sanitarios, se armaron comedores, que ofrecieron comida a tanta gente que quedó sin trabajo. Con los migrantes también hemos tenido un compromiso de acogida, de protección, de incorporarlos a la convivencia nuestra”.

Y ¿cómo ha visto a la Región del Maule en estos casi siete años?

“La región ha progresado, sin duda hay muchas carencias en el mundo rural, pero veo ese gigantesco progreso que ha habido. He visto cómo la gente se organiza en comités de agua potable rural, por ejemplo, incluso en torno a nuestra iglesia y eso es muy positivo. La Iglesia ha querido apoyar para que se puedan establecer y organizar”.

Pero recientemente hemos tenido hechos de violencia nunca antes vistos en el Maule.

“A mí me aflige la violencia en todas sus formas. Me aflige esta violencia. Confundimos el derecho a manifestarse, con el derecho a paralizar la vida de los demás y atacar a los funcionarios policiales… Lo que vimos en la portada de este diario, del diario La Prensa, el jueves pasado, nos afecta enormemente. Lo que se señala públicamente que habría sido un acto planificado, que le pusieron redes para inmovilizar vehículos y poder atacarlos, realmente me escandaliza, repudio este modo de actuar que no me parece civilizado y legítimo”.

CAMPO MAULINO

También le ha tocado vivir una experiencia nueva, que quizás no conocía en Santiago: la vida de campo. Maule es sinónimo de vida rural…

En la vida de campo hay mucha fe católica y eso me conmueve enormemente. Imagínese para mí que vengo de Santiago, lo encuentro algo novedoso, que tiene arraigo familiar profundo, me conmueven a mí todas las procesiones, los huasos que siguen en caballo, acompañan, cuando uno ve familias, niños chicos que los suben al caballo para expresar su fe y la devoción es una fe muy grande. Profunda fe católica el mundo rural y debemos ser dignos de acompañar”.

Eso le acarrea también mucho desplazamiento, mucho viaje interno dentro de la región.

“Imagínese. Como obispo me la paso de una a otra procesión y nunca dejo de sorprenderme y todos los años la gente dice que parece que aumenta la cantidad de fieles y siempre en un ambiente muy respetuoso con mucha fe. En Curicó es inmensa, maravillosa, la procesión del Carmen, al fin de semana siguiente Lora, Rauco y Sagrada Familia y ahí yo me veo en apuros porque todos quieren que el obispo comparta esas celebraciones con ellos y tengo que turnarme a veces porque es la misma fecha. Los jóvenes tienen una procesión muy bonita de Lipimávida al Santuario de Paula en Hualañé, en Pelarco está instituida la fiesta de la Virgen del Carmen. En Santiago no hay muestras de fe tan contundentes como las que yo me he encontrado acá en el Maule, Santiago es una ciudad mucho más convulsionada, segmentada, la procesión del Carmen y las procesiones que tienen los jóvenes al Padre Hurtado o a Teresa de Los Andes diría yo que son las más masivas. Esto que vemos acá y que está vivo y que ha ido creciendo. Lo de Pelarco ha agarrado mucha fuerza”.     

Pero los templos, las iglesias fueron muy dañadas con el terremoto del 27 de febrero de 2010 y no han podido ponerse de pie. El más claro ejemplo en el Maule es la Iglesia San Francisco en Curicó… Está en el piso. 

“Los templos que son monumentos nacionales pueden acceder a fondos, postular, pero la burocracia y el proceso es tan lento que termina trancando el proceso. A la Iglesia San Francisco, por ejemplo, se le asignaron fondos, pero fue tan lento el proceso que los montos no alcanzan después de un tiempo, por tanto, queda desierta la licitación. La burocracia, desde que fijaron el monto hasta que se puede activar, pasan dos años prácticamente y cuando se licita, ninguna empresa está dispuesta a licitar porque los precios son otros. Eso nos pasó en San Francisco hace varios años, eso nos pasó hace poco en Curepto. Se fijaron 4.655 millones pesos, nosotros estábamos felices, pero después ninguna empresa estaba dispuesta porque las exigencias técnicas eran superiores a eso. Entonces debe retomarse todo el proceso casi de cero y ahí está paralizado. Le puedo nombrar Curepto, Pelarco, acá mismo en Talca está la Iglesia del Buen Pastor, el antiguo hospicio de Talca. En Curicó, San Francisco. Hay otras que, con mucho esfuerzo, como lo publicaron ustedes mismos acá en el diario La Prensa, después de 15 años la Parroquia de Colín, con mucho esfuerzo han logrado sacar adelante esos templos”.

¿La Iglesia San Francisco y Curepto son los casos más difíciles de dar una pronta solución?

“Respecto de San Francisco es muchísimo más grave la situación. Siendo monumento nacional tiene derecho a seguir postulando, pero la decisión finalmente es de Monumentos Nacionales, del Gobierno Regional. Yo quisiera que el proceso fuera más ágil, efectivo. Pero el nivel de burocracia es tan alto, que nos impide llegar a buen término, para Curepto es fundamental. Está en el corazón del pueblo, la iglesia que debiera ser la perla de la plaza es un edificio que se mira con cariño y respeto, pero que está envuelto en zinc, en latas y en un estado calamitoso”.       

ABUSOS

¿Cómo los ha afectado a ustedes como sacerdotes los casos de abusos que se han visto involucrados miembros de la Iglesia Católica Chilena? Incluso hubo templos que fueron gravemente dañados en medio del estallido social…

“El dolor que ha significado que la Iglesia Católica se haya visto envuelta en situaciones de abuso, yo no puedo sino conmoverme y sentirme impulsado a un cambio, a una conversión. Cuesta andar impugnando a otros, lo que yo siento que el derecho a manifestarse tiene que tener límites y respeto. En la región hubo algunos casos que hicieron daños, rayaron templos”.

Y ¿cómo cree que han tomado los feligreses del Maule este tipo de abusos?

“Yo creo que la gente de la región ha tenido dolor por los hechos en los que la iglesia se ha visto involucrada, por temas de abuso, pero sigue teniendo fe y amor”. 

¿En la actualidad hay casos de abusos sexuales en la Iglesia Católica del Maule que se están investigando?

“En este momento no hay casos de abusos sexuales que estén siendo investigados”.

¿Ha sentido que los feligreses han demostrado dolor o que se han alejado de la Iglesia?

“Hay gente que ha quedado con mucho dolor, y que se han apartado de la fe religiosa y creo que estos dolores nos purifican, creo que los sacerdotes éramos sujetos de una confianza ilimitada y es razonable purificarnos, los sacerdotes somos seres humanos, no somos impecables, no por ser sacerdotes estamos apartados de toda falta, tenemos que ser sujetos de la fiscalización por así llamarlo de todas las instituciones”.

¿Ha cambiado mucho la forma de hacer iglesia en las últimas décadas en Chile?

“La Iglesia ha cambiado porque Chile ha cambiado. Yo partí en la Iglesia en tiempos de dictadura, donde la Iglesia defendía los derechos humanos, del cardenal Raúl Silva Henríquez, de don Carlos González Cruchaga acá en el Maule. Chile ha cambiado, el rol de la Iglesia también ha cambiado, sin embargo, a propósito de los migrantes, el rol de la Iglesia ha tenido que velar por el ser humano y el respeto que haya hacia ese ser humano. Haya nacido en Chile o fuera de Chile, tenga sus papeles al día o no los tenga y también mirando con realismos por qué tantas familias tuvieron que salir de sus países, haciendo lo que cualquiera de nosotros habría hecho en condiciones sociales de ese tipo y en eso la Iglesia ha querido asumir y que estén en su casa. Un migrante una vez me dijo que estando lejos de su país, el entrar a una parroquia lo sentía como el estar en su casa. Acá estoy en mi casa, porque estoy bajo el amparo de la fe. Y yo creo que los migrantes en las iglesias nos han renovado, por una parte, porque sus culturas son diferentes, son piadosos, son religiosos y su forma de vida los lleva a tener mucha fe. Además, que vienen de países muy católicos, los venezolanos, los colombianos”.      

Usted fue nombrado obispo del Maule por el Papa Francisco. ¿Cómo ha vivido este último mes en que se ha complicado la salud de Su Santidad?

“Lo del Papa Francisco lo vemos con cariño, con admiración por su fortaleza, por su perseverancia y poniéndolo en manos de Dios, todos sabemos que en algún momento puede llegar, que por salud él deje de ejercer o él pueda fallecer incluso, pero estamos rezando por él y si Dios nos concede la gracia de tenerlo algún tiempo más como Sumo Pontífice estamos agradecidos”.

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