Especial 125 años de diario La Prensa. Periodista de la oficina regional de diario La Prensa en Talca, tuvo a su haber una dilatada trayectoria en medios de comunicación.
Por Milton Saavedra M.
No es tan fácil referirme a Pablo, porque cuesta asumir que ya no está físicamente. Fueron muchos años, 36 para ser más exacto, que mantuvimos una estrecha amistad, más allá de la pasión que nos unía por el periodismo, la música, la cocina, y la gloriosa Universidad de Chile. Muchas y grandes anécdotas; penas y alegrías, pellejerías, decisiones individuales y en conjunto que hubo que tomar alguna vez; cómplices, locuras, aciertos. Compañeros de redacción, en radio y televisión. Las hicimos casi todas. Quedó pendiente un libro que quisimos escribir con todo lo vivido.
LOS INICIOS
Era un día de diciembre por la tarde de 1986, en la entonces radio Campanario de Talca. Por la secretaría se asomó un tipo delgado, de bigote y usando una boina. Se presentó como el conductor del programa “157 Comunicación Directa” que debutaba aquella vez. Nos presentamos y deseé éxito. La discoteca de la radio no era muy generosa, por lo que él llevaba sus propios casetes. Me recuerdo una de las canciones: “El rap de las Hormigas”, de Charly García. De ahí en adelante, nos vimos todos los días. Y sería así por muchos años. Memorable fue cuando formamos un equipo deportivo y “transmitimos” la final de la Copa América entre Uruguay y Chile. Instalamos un televisor en una pieza. Tuvimos relator (Mauricio Valdés), locutor comercial (Héctor Vale), comentarista (Pablo) y puesto de cancha (el que escribe). Hasta auspiciadores tuvimos. Fue la primera locura que se nos ocurrió. Por cosas del destino, emprendí otros rumbos y volvimos a trabajar juntos en el naciente diario El Centro. Ahí estuvimos cinco años. Pablo era redactor de la sección deportes. Su escritorio estaba al fondo de una larga sala de redacción. Mi espacio estaba cerca del suyo. En esos tiempos se podía fumar, así que hacíamos grupo de viciosos con el “Negro” Jorge Veloso, querido periodista que nos dejó hace muchos años. Y café, por supuesto. Éramos talentosos aprendices de reportero. Pero, rapiditos de mente, aprendimos luego y mucho de la mano de nuestro mentor, Daniel Ortiz, “El Chato”, director del diario.
No solo era rápido para escribir y talentoso para titular sus notas. Ya por ese tiempo, comenzó a mostrar otras dotes, el de actor. Fue en la cancha del Regimiento “Talca” donde se realizó una alegoría de la Guerra del Pacífico y representó al general Manuel Baquedano, a caballo y con uniforme, sable y todo. Notable. Pero dio a lugar una serie de mitos posteriores, alentados por el ya mencionado “Chato”. También, ya expresaba fanatismo por su gran ídolo: Neil Diamond. En 1990 se disputaba el mundial de fútbol en Italia. Diario El Centro publicó un suplemento sobre esa Copa del Mundo y Pablo fue el editor. Pero como había que “adaptarse” al italiano, Pablo pasó a llamarse Paolo y así quedó rebautizado. Nos correspondió asumir una serie de tareas, entre ellas, hacernos cargo del diario fines de semana o en días de ausencia del director. Eran tres portadas, editorial, horóscopo (sí, hasta eso hicimos). En días de escasez noticiosa, había que llenar páginas con lo que fuera. Nunca faltó el ingenio. Los momentos de hambre, los pasábamos con completos que comprábamos con plata de avisos que llegaban a última hora. Si bien podría ser éticamente reprochable, siempre hubo generosidad de “comprensión” de la gerencia general. En 1995, decidimos irnos del diario y nos aventuramos en un proyecto radial. Meses después, nos arrepentimos.
EL DREAM TEAM
Fernando Cordero -actual agente regional de diario La Prensa- también emigró de El Centro. Asumió como gerente del canal de televisión de la Universidad de Talca y nos llevó a trabajar con él. Pablo en deportes y yo en prensa y conductor de noticias. Ahí estuvimos un par de años; don Fernando se fue y llegó otro jefe. Todo mal. A Pablo le llegó la oportunidad de irse a trabajar a Concepción. Sé que fue una decisión difícil, pero partió junto a otro gran amigo, Luis Herrera. Estuvieron allá un par de años. Pero mantuvimos contacto, aunque esporádico. Tiempo después, Paolo regresó, o mejor dicho, lo convencimos que regresara y se uniera a otro proyecto periodístico. Al principio todo bien, pero después… Hasta que “aterrizamos” en diario La Prensa. Acá pasamos, quizás, los mejores años. Nuevamente, don Fernando nos juntó. Nació el “dream team”, como nos llamaba. No solo hicimos periodismo. Conformamos una segunda familia, de esas de piel, del abrazo apretado. Donde reímos y nos tocó llorar las partidas de nuestras viejas. Noches interminables escuchando música, conversando, compartiendo unos tragos y puchos. Hablando de los hijos, de nuestros sueños o de lo que haríamos cuando más viejos. También de compartir una rica comida. Cazuela de pava con chuchoca o un pollo a la rana. Yo me encargaba de la logística y Pablo de cocinar. El que llegara era bienvenido si golpeaba la puerta con los codos. Ambos éramos nacidos en junio, con dos años de diferencia. Por lo que hasta celebrábamos juntos. El famoso piscinazo o paseo en limusina, fueron chascarros inolvidables, como las noches de karaoke o cuando salimos a celebrar la Copa Sudamericana de la “U”.
LA PARTIDA
La enfermedad de Pablo nos golpeó a todos. Siempre tuvimos la esperanza que se pudiera recuperar. Pero, no fue así. Su partida aún nos duele. El “dream team” ya no existe, pero la amistad será eterna. Hay muchos más recuerdos y me quedo con ellos. Me quedo, también, con su risotada, con el aroma de sus preparaciones en la cocina, con el cantor, el poeta, el actor, el colega, el amigo. No hay ni habrá otro Paolo. Cuando llegue mi momento, espérame, sal a mi encuentro. Llévame donde nuestras madres y amigos en común que ahora te acompañan. Después, empezaremos una gran y prolongada charla. Esa misma, que quedó inconclusa.