Potencialmente todas las mujeres llegan a este mundo provistas de un don privilegiado: el poder ser madres y la sabia naturaleza aseguró de esa manera la posibilidad cierta de perpetuar la raza humana.
La celebración del Día de la Madre se remonta a la Grecia antigua donde la festividad se hacía en honor a Rea, también conocida como la Diosa Madre y se llevaba a cabo cada 15 de marzo.
Los romanos también acogieron la celebración, pero se conocía como La Hilaria, en el templo de Cibeles, donde se entregaban ofrendas.
Pasaron los siglos y los milenios y, con la llegada del cristianismo, se transformaron estas celebraciones para honrar a la Virgen María, la madre de Jesús.
En el santoral católico el 8 de diciembre se celebra la fiesta de la Inmaculada Concepción, fecha que algunos países católicos adoptaron para la celebración del Día de la Madre.
Sin embargo el origen contemporáneo de esta celebración se remonta al año 1865, cuando la poeta y activista Julia Ward Howe, organizó manifestaciones pacíficas y celebraciones religiosas en Boston (EE.UU.), en donde participaron madres de familia que fueron víctimas de la Guerra de Secesión. Ella propuso establecer un día especial como una forma de reconciliar a las partes en conflicto.
En resumen, cada año y en todos los países del mundo existe un día dedicado a homenajear a las madres pero su ubicación en el calendario varía mucho de una nación a otra.
En Chile, por ejemplo, en 1976, a través del Decreto Supremo N° 1.110 se estableció que la fecha del Día de la Madre es el 10 de mayo; sin embargo, por “motivos comerciales” se observa el segundo domingo de dicho mes.
Y como las cosas se van “acomodando” esta vez corresponde a hoy domingo 9.
¿Es tan imprescindible hacerle un “regalo material” a las madres en este día?
Las mamás apreciarían más que nada la reafirmación del verdadero y sincero amor y cariño, como también -en estos tiempos de pandemia- un especial cuidado y protección por su salud física y mental.
Finalmente, unas palabras de elogio para esas miles de mujeres que, al no poder concebir biológicamente a sus propios hijos, se transforman en amorosas y tiernas madres adoptivas.