POR HÉCTOR ORELLANA ABACA
En Talca, hay nombres que resuenan con fuerza cuando se habla de Rangers. Es claro que los Prieto, son a Rangers, como Rangers a los Prieto, una historia mágica de una familia profundamente ligada al club, no solo por pasión, sino por historia viva en la cancha.
Un café en un escritorio y la distinción de encontrarse con un gran señor, que no necesita de trofeos en las vitrinas, ya que sus campeonatos los ha jugado todos los días, entre el fútbol, el servicio público, el recuerdo, el amor inconmensurable a su familia y la profunda emoción a la rojinegra que defenderá por siempre.
Su simpleza impacta, es digna de todo reconocimiento y elogio, propia de un verdadero crack de la vida, nunca olvidado y por siempre idolatrado y querido.
Hoy tengo el privilegio de traer a la memoria viva a Eduardo Prieto Lorca, que forma parte de esa dinastía que comenzó con su padre: Eduardo, y que siguió con sus hermanos José Luis, Pablo Samuel y Cristián. Ciertamente era una casa, donde no se hablaba de otra cosa que no fuera fútbol, pero no de cualquier fútbol, sino del que se juega con la camiseta rojinegra, con orgullo, con garra y con el alma.
Eduardo fue el primero de los hermanos en vestir oficialmente la camiseta de Rangers.
Recuerda como si fuera ayer el momento en que cruzó el túnel del Fiscal y pisó el césped como profesional.
Fue más que un debut: fue un homenaje silencioso a su padre, a su infancia, a todas esas tardes en que soñaba con ser parte de la historia rojinegra, sin siquiera dimensionar que la realidad sería un millón de veces más grande que los sueños y de las grandezas que quedarán para siempre.
¿Qué siente al ser parte de una familia ligada a la historia de Rangers?
“Orgulloso. A todos nos marcó el deporte y particularmente el fútbol. Es claro, mi papá fue el mejor de los Prieto, yo jugué con él y era realmente bueno. Media 1 metro 65 y tenía una habilidad extraordinaria. Fue el que encendió en sus hijos una pasión que marcó nuestras vidas: el amor por el fútbol. Desde pequeños aprendimos que no bastaba con jugar… Había que ser los mejores. Mi padre fue el corazón de una pasión que corrió por toda la familia. Nos enseñó a amar el fútbol y a entregarse por completo en la cancha. Y la ley del patriarca era una sola, había que jugar, pero ser los mejores. Hoy a mis nietos les cuento que jugábamos en todos lados, en los recreos del colegio, en las mañanas, en la tarde, el tema venía desde la cuna”.
¿Y cómo se produce su llegada a Rangers?
“Mi padre vinculado con el fútbol y con Rangers, en una oportunidad invitó a dirigentes y jugadores a un encuentro deportivo en Aurora, comuna de San Clemente, donde vivíamos y yo formaba parte del equipo del campo, donde jugábamos con nuestros trabajadores y les llamó la atención a los dirigentes que yo tenía 15 años y jugaba bien. Me invitaron a acercarme a Rangers, lo que era nuevo para mí ya que mi vida deportiva se desenvolvía en medio del mundo agrícola. Eso fue en el 71. Al año siguiente fui a Rangers y teniendo 16 años, ya jugaba por Rangers en partidos amistosos y en la cuarta especial. Era un momento importante, me creía el cuento por mí más allá de la trascendencia de mi padre”.
¿Y al año siguiente Eduardo?
“Tenía 17 años y entré a la Universidad Católica a estudiar Educación Física y paralelamente tenía ya contrato profesional con Rangers. El profesor Jorge Reyes me daba todas las opciones para estudiar y entrenar. Fue un momento importante al comenzar a desarrollar mi carrera futbolística”.
¿Qué pasa después?
“Mi carrera futbolística, transcurre entre Rangers y Curicó Unido, hasta el año 1977, cuando me debí retirar ya que se cortaron los meniscos y los ligamentos, me dieron vuelta la rodilla, me atendieron por todos lados, pero ya no tenía arreglo. Tenía 21 años y cuando por una convicción lógica mi vida la iba a dedicar al fútbol, la vida dijo otra cosa. Fue un momento triste por cuanto entre el 76 y 77 era seleccionado nacional en juveniles e incluso recuerdo con mucho orgullo que, por la selección, jugamos un partido amistoso, contra Rangers en el estadio fiscal y yo era el capitán de la roja”.
¿Sin duda, un momento muy duro, como se rearma?
“Cuando ya no pude seguir jugando, la universidad se portó muy bien. Me reactivaron la carrera que la tenía congelada y me dediqué a sacar mi título universitario. Terminado ese proceso me quedé trabajando 3 años en la universidad, fui profesor de la cátedra de administración y fútbol y encargado de todas las selecciones. Con orgullo puedo decir que los torneos jugados por la universidad los ganamos todos”.
Hoy, Eduardo es mucho más que un exjugador. Es servidor público, alguien que decidió dedicar su vida al servicio de los demás, llevando los mismos valores que aprendió en su familia y en la cancha: trabajo, esfuerzo, humildad y amor por los suyos.
¿Después del fútbol asume un desafío muy grande y muy motivador en el servicio público?
“Así es ya que, durante 10 años, fui director regional de la desaparecida Digeder. La labor que se hizo fue maravillosa. Trabajé de la mano con dirigentes honestos y probos, construimos mucha infraestructura deportiva. Me correspondió asumir tareas que hasta hoy recuerdo con mucho orgullo, como fue la construcción del Gimnasio Regional en Talca y mucha edificación deportiva en toda la región. Se trabajó con mucha transversalidad, sin colores políticos. La primera remodelación del Estadio Fiscal me correspondió a mí como director. También hicimos grandes aportes a escuelas del mundo rural. Incluso con el retorno a la democracia permanecí casi dos años al mando de la Digeder en el gobierno de Patricio Aylwin”.
¿También hay otro episodio ligado al servicio público que le dejó una gran satisfacción?
“El actual senador Rodrigo Galilea, en 2010 asume como intendente del gobierno de Sebastián Piñera, y me llama para integrar su equipo como jefe de gabinete. Asumimos el desafío de la reconstrucción, donde viví momentos únicos al comprobar que pese a una desgracia y destrucción tan grande que dejó el terremoto en Chile del 27 de febrero, demostró porqué es el mejor país, con una solidaridad que estremecía. Mi paso por el gobierno iba a ser de dos años, pero me quedé, ya que a un llamado de esa magnitud no se puede decir que no. Agradecido de quienes confiaron en mí”.
Volviendo al fútbol Eduardo. En 1990 usted vive un acontecimiento especial, cuéntenos.
“Llegué a Rangers como gerente y ese año a mitad de temporada, se va el entrenador y los dirigentes miran lo que hay en el club y se forma una dupla técnica: Arturo Rodenack, el popular ‘Palitroque’ tenía el título de entrenador y yo de monitor. Estuvimos cinco meses con buenos resultados y fue una experiencia excepcional”.
La familia Eduardo, ¿Qué representa en su vida?
“Valoro por sobre todo a mi familia, el mayor regalo de mi vida. Junto a María Eugenia Correa, mi compañera desde los 15 años, hemos construido una historia llena de amor, respeto y complicidad. Juntos formamos un hogar donde crecieron tres hijos maravillosos y 12 nietos que son nuestro orgullo y alegría. Después de tantos años, seguimos caminando de la mano, con la misma ternura y el mismo cariño que nos unió desde jóvenes. Una historia de amor que me inspira y conmueve. Agradecer a mis hermanos, a mi amada madre que a sus 90 años está muy bien, es una señora atómica como yo le digo”.
En la actualidad Eduardo Prieto Lorca se desempeña como gerente de la corredora de seguros Prieto + Correa.
Agradecido de su tiempo y gentileza para recibir a diario La Prensa para hablar de lo humano y divino, pero con especial énfasis en lo que tanto nos apasiona como es el fútbol, de los goles, triunfos, derrotas y de un vínculo inquebrantable con Talca y Rangers.


























