No sería justo dejar pasar esta semana, sin dedicar –aunque sea algo desfasado en el tiempo– un sencillo homenaje a todas las enfermeras y enfermeros que laboran en los diversos centros asistenciales de Chile y que junto a otros profesionales, forman “la primera línea”, en esta vital actividad, considerando lo grave y dramático de la actual pandemia del Coronavirus.
El recién pasado miércoles 12 de mayo se conmemoró el Día Mundial de la Enfermería, en recuerdo de esa gran mujer que fue Florence Nightingale y que falleció precisamente en esa fecha, pero del año 1912.
Ella no solamente fue una abnegada e incansable profesional de la salud, cuyos méritos y desvelos la hicieron conocida como “la dama de la lámpara” sino que fue también una destacada teórica de esa rama de la medicina.
En los escritos de Nightingale se aprecia que su teoría de enfermería gira alrededor de un triángulo permanente: la relación del paciente con su entorno; la relación de la enfermera con el paciente y la relación de la enfermera con el entorno del paciente.
En esos tiempos todas eran muy bien consideradas y quizás por eso ella omitió “la relación de las enfermeras con su propio entorno, es decir con sus pares. Hoy, lamentablemente, no siempre estos preceptos y valores fundamentales son respetados ni observados con la importante justicia y dignidad que ello amerita.
El caso de los suicidios de las enfermeras Florencia Elgueta y Vanessa Araya ocurridos recientemente (con diferencia de pocos meses) han movilizado a trabajadores y trabajadoras del Hospital Clínico de Viña del Mar y ha impactado a la comunidad en general.
Con pena, rabia e impotencia se han conocido detalles que hablan de maltrato y acoso laboral por la estructura altamente jerarquizada y el trabajo bajo presión que se ha agudizado en plena pandemia.
Vanessa sufría acoso y bullying por parte de sus colegas que prácticamente le aplicaban la “ley del hielo”; se iban a almorzar y la dejaban sola; organizaban desayunos sin ella y si bien esto la afectaba profundamente, seguía ejerciendo su dura y recargada labor, hasta que un día no soportó más.
Estos y otros deplorables casos conforman el lado sombrío y trágico de esa vital “primera línea” en el área de la salud.