Lejos del perfil de pasados aniversarios, que por largos años caracterizaron a los consabidos y antiguos ceremoniales, Carabineros de Chile cumplió este martes 94 años de existencia institucional.
Y debe puntualizarse que estas circunstancias se dieron así no solamente por culpa de la pandemia del Coronavirus que, en todo caso, ha mantenido tremendamente ocupados a todos los integrantes de la entidad de las carabinas cruzadas.
Es una suma de acontecimientos la que ha hecho que este nonagésimo cuarto cumpleaños de la institución se presente en un contexto adverso.
Es una pena que las redes sociales y “la resonancia” de ciertos sectores políticos quieran satanizar a “todos” los miles de funcionarios y funcionarias que visten el verde uniforme, cumpliendo múltiples y variadas tareas a lo largo y ancho del territorio, desde el aparentemente simple y sencillo control del tránsito de las ciudades más sobrepobladas, hasta el esencial rol de las lanchas patrulleras del sur remoto y profundo, conectando comunidades y llevándoles recursos y alimentos… Esto, por nombrar solamente una mínima parte de sus numerosas misiones en favor de la ciudadanía.
Nadie puede negar que –como casi en todas las actividades del ser humano– se han cometido errores y faltas altamente cuestionables y que ameritan las sanciones y condenas del caso, pero de ahí a juzgar a todos y cada uno de los hombres y mujeres que integran las filas de la policía uniformada, parece todo un verdadero despropósito, impropio e injusto.
El crecimiento exponencial de la delincuencia (con asaltos a diario, “portonazos y encerronas”, más acciones de matices terroristas como quemas de buses, barricadas y saqueos), mantiene un clima de inseguridad que sería mil veces peor si no se contara con la presencia y el actuar de Carabineros.
No hace mucho tiempo, el actual Gobierno presentó un anteproyecto de reforma a la institución, educación en torno a los derechos humanos, a la transparencia en su financiación y a la modernización institucional.