Su historia está tejida con pasión, esfuerzo y un amor inmenso por el fútbol, ese juego que ha sido su compañero de vida desde niño.
Por Héctor Orellana Abaca
TALCA. Hay personas que dejan huellas profundas, no solo en la cancha, sino también en el alma de quienes han tenido el privilegio de conocerlas. Ricardo Fuentes Sandoval es una de ellas. Su historia está tejida con pasión, esfuerzo y un amor inmenso por el fútbol, ese juego que ha sido su compañero de vida desde niño.
Desde sus primeros pasos en el Club Santa Ana hasta su consagración en Atlético Comercio y su paso por selecciones, Ricardo demostró ser un luchador incansable, un hombre que nunca bajó los brazos. Estuvo muy cerca de rozar el profesionalismo, pero el destino -sabio y misterioso- le tenía preparado otro camino. Lo aceptó con serenidad y humildad, entendiendo que los sueños también pueden cumplirse de otras formas, sobre todo cuando se juega con el corazón.
En esta página del recuerdo traemos a la memoria viva a Ricardo Fuentes, conocido popularmente como el “Pituto”, el cual dejó una huella indeleble en el fútbol, con una calidad y talento que se reconoció y admiró.
INICIOS
¿Cómo se inicia su incursión en el fútbol?
“Mis inicios en el fútbol fueron gracias a un primo que era jugador y socio del Club Santa Ana. Gracias a él, logré comenzar a jugar con apenas nueve años en los infantiles ‘B’, donde conservo gratos recuerdos de esa hermosa infancia”.
¿Su trayectoria?
“A los 13 años me vio José Amaro, dirigente del Club Atlético Comercio. Con la autorización de mi madre me llevó a formar parte del club, donde me encontré con muy buenos amigos y compañeros, muchos de ellos con quienes había compartido camarín en las eliminatorias infantiles por la Selección de Talca y en los primeros Juegos Nacionales Escolares. Entre ellos recuerdo con cariño a Lindolfo Sepúlveda, Ricardo Amaro y a mi gran amigo Cristián Prieto, de quien guardo los mejores recuerdos. En esa serie de Atlético Comercio logramos ser campeones locales durante dos años consecutivos. Luego, ya en mi etapa juvenil, regresé a mi club de origen, esta vez para disputar la Copa de Campeones, donde conseguimos ser tricampeones provinciales y regionales. Ese logro me abrió nuevamente las puertas para integrar la Selección de Talca y disputar las eliminatorias al Nacional Juvenil. En esa oportunidad tuve como compañero y amigo a Jaime Matamala. La Asociación Víctor Zavala, de Linares, me llevó como refuerzo al Nacional Juvenil de Puente Alto en 1983. Fue una vitrina espectacular para muchos jugadores”.
¿Eran tiempos bonitos Ricardo y por ahí se cuenta que pudo ir a Cobreloa?
“Así es en ese tiempo tuve el apoyo e interés de mi amigo Eduardo Fournier, quien, por intermedio de Juan Carlos Gangas intentó llevarme a Cobreloa. Sin embargo, Dios quiso otra cosa, y regresé a Talca para incorporarme a Rangers, gracias a la gestión del veedor y gerente técnico, en ese momento, Jorge Monasterio. Estuve varios meses entrenando hasta que se dio la oportunidad de probar suerte en Naval de Talcahuano, bajo el mando de Eugenio Jara, donde alterné entrenamientos y partidos en la serie juvenil junto a varios exseleccionados chilenos, como Óscar ‘Jurel’ Herrera, Juan Soto, Wilfredo Leyton y Óscar Arriaza. Fue una experiencia maravillosa”.
¿Qué pasa después?
“Al poco tiempo, el profesor Eugenio Jara terminó contrato en Naval y me aconsejó regresar a Rangers, asegurándome que allí tendría mi verdadera oportunidad. Así fue. A los dos meses de volver, fui incluido en la nómina para disputar el Campeonato de la República, ya había jugado siendo juvenil un partido por el campeonato oficial frente a Curicó Unido, y estaba lleno de expectativas, andaba muy bien, y creía que era mi momento del despegue definitivo. Sin embargo, no fui inscrito, por un descuido administrativo, lo trato de interpretar así. Me frustré, me comí la rabia, y decidí irme de Rangers, ya que a eso se sumaba el hecho que por edad quedé al margen de integrar una Selección Nacional, en miras a una participación internacional en Paraguay. A pesar de todo, hoy miro atrás con gratitud, recordando un pasado hermoso. No me cuestiono nada: soy una persona creyente y sé que, si Dios no quiso algo diferente, es porque así debía ser”.
¿Ahí hay una decisión importante?
“Sí, decidí dejar Rangers y jugar por Atlético Comercio, donde conseguí ser campeón provincial y regional en serie de honor, también un campeonato nacional en la serie 35 y campeón local y de Copa de Campeones en las series 45 y 50 seniors. También tuve el privilegio de integrar varias selecciones adultas que participaron en dos campeonatos nacionales representando a Talca, y reforzar en su momento a la Selección de Molina”.
BALANCE y PRESENTE
¿Qué le dejó el fútbol?
“El fútbol me dejó muchos amigos y experiencias únicas. Me siento satisfecho por lo entregado en la cancha y, sobre todo, por haber recibido tanto cariño y afecto durante todos esos años. Mi eterna gratitud también para mi madre Marcela Sandoval, quien me motivó a desarrollar esta actividad que tantas satisfacciones me dio”.
¿Qué significa su actual participación en el Club Social que lidera Pablo Prieto?
“Mi participación en la agrupación de exjugadores me ha permitido reencontrarme con muchos compañeros con los que compartí en Rangers. Siento un profundo cariño y respeto por Pablo Prieto, quien realiza una labor admirable en beneficio de los exjugadores. Es un verdadero líder. También quiero reconocer a Víctor Ibarra, también un líder innato, sencillo y de gran corazón, que siempre se preocupa por todos los jugadores. Mi admiración y gratitud para él”.
¿Por qué le dicen “Pituto”?
“El apodo nació por un personaje de la Revista Barrabases. Era un clásico del cómic deportivo infantil. Mis amigos comenzaron a llamarme así, en alusión a ese personaje, y el apodo me ha acompañado hasta el día de hoy”.
¿Qué hace en la actualidad?
“Actualmente sigo jugando -ya con 61 años- por mi querido Club Atlético Comercio. Como padre y abuelo, me siento plenamente realizado: tengo cinco hijos maravillosos, cinco nietos y uno más en camino. Soy un hombre feliz y agradecido por mi familia, y mantengo un taller de vibrados en Talca, que tiene más de 60 años de existencia que me permite ganarme la vida”.
Para nadie pasa desapercibida la estampa de Ricardo Fuentes, con esa mirada serena de quien ha vivido intensamente y conserva la gratitud intacta. “Pituto” es talento puro, un futbolista de alma grande, humano y generoso por naturaleza, valora la amistad sincera y sigue siendo, hasta hoy, ese hombre que brilla sin buscarlo, reconocido por un don especial que trasciende el deporte: el de ser una buena persona.


























