¿Qué fue de tu vida, Juan Pablo Loyola?

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El presente de Juan Pablo, talquino de “tomo y lomo”.

Quienes lo vieron jugar como profesional vistiendo la camiseta de Rangers dicen que pintaba para crack, pero un tema administrativo le cortó la carrera.

POR HÉCTOR ORELLANA ABACA
FOTO EDUARDO CORVALÁN MUÑOZ

TALCA. Sin duda que pintaba para crack, así lo dicen quienes lo vieron jugar como profesional, vistiendo la camiseta de Rangers, pero un tema administrativo le cortó una carrera, que por todos lados era promisoria.
Era parte del paisaje rojinegro, verlo en las convocatorias y jugar en el mediocampo. Pero un día ya no estuvo, Muchos pensaron ¡Lo echaron! Pero no fue así. Después de muchos años, se cuenta una historia real a través de las páginas de diario La Prensa, que quedarán impresas en el recuerdo histórico y en papel, para que nunca se olvide.
Con su humildad, y a los 21 años, se fue con la grandeza de aquellos que, por formación de vida, no buscan limosnas, simplemente la esencia de ser y sentir. No fue una decisión fácil, y mucho menos deseada, pero llegó a un punto en que la pasión no se podía sostener.
Tenía una carrera promisoria por delante, ilusiones que le acompañaban desde niño y que alimentó con esfuerzo, disciplina y sacrificio. Sin embargo, todo cambió cuando, por una situación administrativa ajena, una doble inscripción que requería el pago de una multa, que Rangers como club decidió no asumir su responsabilidad. No se trataba solo de dinero. Se trataba de respeto, de compromiso con el jugador, y de entender que detrás de cada ficha, de cada número, hay una persona con sueños y una historia.
Aquí está Juan Pablo Loyola que, a inicio de la década de los 80, fue parte de planteles importantes del plantel piducano.

Lo primero Juan Pablo, ¿cómo llega usted a Rangers?
“Yo estudiaba en el Liceo Blanco Encalada, participaba y me llamaban de todas las disciplinas deportiva: básquetbol, fútbol, vóleibol y otras. Pero a mí me gustaba el fútbol. Un día y por los parlantes del colegio me llaman. Cuando escucho mi nombre, pensé ¡qué hice! Cuando iba preparado para el llamado de atención, eran dirigentes de Rangers, que por información del profesor Jorge Reyes, me querían en el club para verme, porque se habían enterado de mis cualidades. Tenía solo 16 años y era algo impensado. Era el año 76 y me llevaron a las cadetes de Rangers. Fue una maravilla, yo jugaba de 8 y ganamos tres campeonatos consecutivos en Talca, y ahí estaba con la ilusión del soñador”.

¿En ese tránsito hay un debut forzado en el fútbol profesional y con un resultado poco amigable?
“Es así estando, ya en juveniles recuerdo que un día se nos comunica que debemos jugar con Lota, ya que el primer equipo no se presentaría. Perdimos 14-1, yo tenía 17 años. Imagínese para un niño como yo y mis compañeros, jugar un partido profesional, contra jugadores de la talla de (Víctor) Merello, (Héctor) Puebla y Abad, entre otros, era impensado, en un equipo que dirigía Vicente Cantatore. Al final por reclamos y temas administrativos el marcador quedó registrado por 1-0, ya que Carlos Caszely de Colo Colo luchaba ser goleador del torneo, con Washington Abad, y en ese partido Abad hizo 7, entonces la cosa se descontrolaba”.

¿Y qué viene después?
“Siendo juvenil estaba integrado al primer equipo, participaba de los entrenamientos y me esforzaba mucho, por ganarme un espacio. Viví de cerca la final con San Luis, por la Copa Polla Gol, pero Sacha Mitjaew, decía a todos los juveniles, algún día ‘saltará la liebre’, al menos para mí no saltó. A mitad de torneo se va Sacha y llega Antonio Vargas, quien me hizo debutar. Recuerdo que entré a los 15 minutos del segundo tiempo ante San Antonio Unido, De ahí en adelante era permanentemente convocado en las citaciones e incluso ese año, con mi primer contrato profesional, terminé jugando de titular. El año 1981 comenzó el campeonato, llegó Alfonso ‘Chepo’ Sepúlveda y fui considerado en el plantel, jugué muchos partidos, gané experiencia y me sentía feliz, sabía que iba ganando terreno y experiencia, en un medio hostil, donde te encuentras muchos amigos, pero también de los otros”.

¿Ese año pasa lo impensado Juan Pablo?
“Es así. El 81 era muy promisorio venía jugando mucho. Era difícil estar en la convocatoria de los 15, pero ahí estaba. Debutamos contra Linares y en la segunda fecha del torneo oficial, cuando jugábamos contra Huachipato, y estando en la convocatoria, me llega el aviso que en definitiva significó mi salida de Rangers. Siendo juvenil, un dirigente, y yo con la ingenuidad e ignorancia de niño, firmé una ficha por el Club del Regimiento Talca. Así llega y una carta con una multa por haber jugado el 80 y 81 fútbol profesional. En su momento me dijeron que no iba a tener problemas, pero sí los tuve. Los dirigentes me dijeron que no tenían plata para pagar y me quedé prácticamente solo. Me tomé el trago amargo, pero es bueno decirlo, aunque sea muchos años después ¡no me echaron! Fui víctima de un engaño que me costó caro en mis legítimas pretensiones de haber hecho algo grande en mi carrera como futbolista”.

¿Hubo un intento y una decisión?
“Fui a La Calera, donde estaba el ‘Chepo’ Sepúlveda, estaban de pretemporada en Quintero. Me quedé una noche. Eran las 5 de la madruga y estando en un hostal, agarré mi bolso y tomé un bus de vuelta a Talca. Mi mamá al verme se sorprendió y me pregunta ¿Hijo y que haces acá? Le comuniqué mi decisión que nada más. Me vuelvo a trabajar con ustedes en la agricultura, el fútbol se acabó. Me fui con decepción, con amargura, pero también con la frente en alto. No tenía que reprocharme. Di todo por este deporte, y aún creo en su belleza, aunque hoy me toque verlo desde otra vereda. Di las gracias a quienes siempre me apoyaron, a mi familia, a los verdaderos amigos y a quienes confiaron en mi talento. Ojalá esta historia sirva para que, algún día, los jugadores jóvenes sean valorados como merecen, desde lo humano hasta lo profesional”.

¿Y después?
“Me casé con Carmen Victoria, quien es mi luna, mi sol, mi universo. O sea, mi vida entera. Formé una familia maravillosa con mis hijos: Claudia Francisca, Juan José y Carmen Cecilia. Tengo cuatro nietas: Josefa, Rosario, Amelia y Eloísa y mi nieto Renato. Son lo más importante, mi eje de vida. Mi inspiración. Mi vida entera. Mi recuerdo también a mi padre Heraclio que me llevó desde niño al estadio, no tengo la imagen, pero si haber escuchado y visto jugar a grandes como Rodenack o Carrizo y tantos otros que fueron glorias en Rangers. Mi papá era rojinegro, se me fue cuando tenía ocho años, pero sé que desde el lugar que habita se siente orgulloso que su hijo se haya puesto la rojinegra. Soy de emoción y por eso gracias al autor de mis días y a mi querida madre Rosalía, que con cinco hijos salió adelante y nos educó, nos inculcó valores, y principios para pararnos en la vida. Mis padres, mis hijos y nietos son dignos de todo reconocimiento y elogio de mi parte, como también lo son; Sebastián, Diego y Jocelyn que son mis yernos y nuera, ya que siempre me apañan y contienen, me abrazan y me hacen sentir querido y nunca olvidado”.

¿Y su presente Juan Pablo?
“Sigo trabajando y paralelamente soy presidente de San Martín Boys, un equipo de barrio, con quienes hemos logrado cosas importantes y estamos en otros proyectos que nos cambiarán la vida. Mi recuerdo inolvidable para Atlético Comercio, cuya camiseta vestí después de mi paso por el fútbol profesional. Logramos muchos títulos e hitos relevantes para la institución. Soy hincha de Rangers y simpatizante de la Católica y enamorado de mi linda familia”.

¿Finalmente que le dejó el fútbol?
“Me dejó grandes amigos, la posibilidad de desarrollarme como persona, Ahí aprendí valores que reafirman lo bueno y malo de la vida. En el fútbol lo pasé mal y bien, pero también adquirí la opción de seguir luchando y dar vuelta la página, de responder con la misma calidez a la amistad que me han entregado. Hoy soy parte del Club Social y Deportivo Rangers de Talca, que lidera el gran capitán Pablo Prieto, donde me siento acogido y feliz. Ahí hay grandes que sigo y seguiré respetando mucho por su estampa de futbolistas y de buenas personas. La distinción de comunicarme hasta el día de hoy con Hugo Rubio y el ‘Coto’ Acevedo, entre otros, amigos que quiero y admiro. Gracias Juan Pablo, por este momento. Agradecer profundamente el valor de compartir tu testimonio de vida, porque lo hiciste con honestidad y fuerza que inspira. En los momentos oscuros mostraste la esperanza, la fe, el amor y la determinación que puede levantar a cualquiera”.