¿Qué fue de tu vida Ricardo “Chueco” Bastías?

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La estampa del “Chueco” Bastías en el Estadio Nacional, en Santiago.

POR HÉCTOR ORELLANA ABACA

Los años han pasado, los ídolos van y vienen, pero Ricardo Bastías sigue presente en la memoria viva del hincha ranguerino. Su nombre aún surge en tertulias futboleras, en esas conversaciones llenas de nostalgia, donde los más viejos les cuentan a los jóvenes quién fue ese delantero que dejó huella imborrable.

Desde este rincón de recuerdos de diario La Prensa, traemos a la luz su figura, su legado y su entrega. Porque jugadores como él no mueren nunca: viven en cada historia, en cada gol contado, en cada aplauso que resuena desde el pasado. Es el “Chueco” Bastías, bautizado así por el gran comunicador talquino Carlos Bernal Silva.

Te buscamos amigo, y con la distinción de tu figura, escribimos algunas líneas de tu carrera futbolística, que da para libros y con varios tomos. Por tu fútbol y tu amor por la camiseta, y por el hincha rojinegro… Que no olvida.

¿Cómo nace la pasión por el fútbol y su llegada a Rangers?

“Soy orgulloso de haber vivido en la histórica Población Ferroviaria de Talca. Mi club de origen fue el 18 de Septiembre, donde hice las infantiles y ya más grande me fui al 21 de Mayo. Me habían hablado de Rangers, pero quizás por timidez, no le daba mayor importancia. El profesor Jorge Reyes, que era PF en Rangers, era también mi profesor en el Liceo de Hombres y me insistía, pero aún no la creía. Seguí mi tránsito por la vida, entre a estudiar a la Universidad Técnica, y seguía en la mía. Un día jugaba Rangers con la ‘U’ en Talca y yo fui parte del equipo de Volcán, donde trabajaba mi padre y jugamos el preliminar contra la reserva de Rangers y creo que lo hice bien. Se me acercó el entrenador de Rangers, Hernán Gárate, y me dice que ve condiciones en mí y que sería bueno que me fuera a probar y tampoco fui”.

¿Y cuándo se decide?

“Don Jorge me seguía insistiendo y en mayo del 72 me presentó en Rangers. Fue un recibimiento muy frío. Llegaba a un equipo donde aún estaban los gloriosos de la Copa Libertadores. Pese al clima medio complejo, de a poco fui ganando confianza. Se fue el técnico Gárate y llega Miguel Ángel Montuori y también me dio su confianza. El fútbol chileno estaba en receso por las eliminatorias del Mundial del 74 y jugamos un amistoso con Lota, ganamos 3 a 0 y yo hice dos goles. Eso fue el 10 de julio de 1972. En ese lapso se va Montuori y asume el profesor Jorge Reyes y el 17 de julio, vale decir días después y cuando el fútbol chileno se reanudaba, me dice ¡Ricardo vas a debutar profesionalmente! Se jugaba contra San Felipe, que venía de Copa Libertadores y ganamos 3 a 0 tuve el debut soñado hice dos goles y ahí ya me creí el cuento”.

Y a partir de ese debut soñado, ¿Cómo se da su trayectoria?

“Estuve en Rangers hasta 1978, yo siempre quise seguir, pero no se dio. Hubo problemas y ya no quería nada más con el fútbol, pero apareció un dirigente de Ñublense y me fui a Chillán, estuve una temporada y volví a Talca, con la misma idea de dejar el fútbol. Pero esta vez llega Eugenio Jara y me convence para ir a Magallanes donde estuve el 80 y parte del 81. Tenía 29 años y estaba muy desilusionado por problemas económicos en todos lados, no pagaban nunca y eso complicaba. Así que decidí que nada más y me dediqué a buscar trabajo”.

¿Sin embargo, Ricardo hay una pena grande que aún persiste y que ocurrió en 1976?

“Cierto, fueron muchas alegrías en mi trayectoria, pero 1976 fue un año especial, se formó un gran equipo en Rangers, pero ese plantel que prometía grandes cosas se fue a Segunda División. Aún es doloroso recordar que fui parte del equipo que por primera vez descendía en la historia de Rangers. Hay dos temas que son esenciales para ese descalabro, por una parte, lo mal que se hicieron las cosas desde la dirigencia y los problemas internos del plantel que gatillaron en definitiva el descenso. Fue doloroso, especialmente por el hincha, es un momento triste hasta hoy, pero en lo personal trato de buscar el equilibrio con las tardes de triunfo y alegrías que tuve con la rojinegra”.

¿Pero también hay un momento único y que llamó la atención del mundo futbolístico en su momento?

“Estábamos concentrados en el Hotel Claris. Estando en Rangers, al otro día jugábamos contra la Unión Española. Eran como las 11 de la noche y golpean mi puerta, me levanto a abrir y veo al técnico de Rangers, Pedro Arezzo, junto al presidente de Unión Española, Abel Alonso, y el técnico de la Unión, Luis Santibáñez, para comunicarme que me solicitan como refuerzo para ir a una gira a Europa. No podía creerla. Me enteré que don Lucho Santibáñez, había encargado un seguimiento, ya que me encontraba un jugador completo, según dijo a la Revista Estadio, donde le preguntaron por qué me llevaba a mí. Jugamos partidos en Bélgica, España y Portugal. En España contra Albacete ganamos 6-4 y yo hice un gol. Fue una experiencia maravillosa, me sentí muy acogido, estaba con figuras de la talla de Jorge Toro y Honorino Landa, figuras del Mundial del 62. También fue don Julio Martínez, con quien conversé mucho. Sencillamente inolvidable”.

¿Qué hizo después del fútbol?

“Trabajé en mineras en el norte, primero en Soquimich y luego en Escondida. Fueron 27 años, me fue muy bien, ahorré, adquirí propiedades y una casa en Vilches, donde actualmente vivo. Un buen pasar, tranquilo, con aire puro, tranquilidad. Me fui a los 29 años del fútbol, que me dio mucho, la oportunidad de recorrer el mundo, conocer grandes personas, no beneficios económicos, pero no me arrepiento. Y después de tantos años seguir teniendo amigos como en el Club Social y Deportivo Rangers de Talca, que preside Pablo Prieto y que nos permite seguir reunidos a los que nos pusimos la rojinegra en su momento y conversar tardes enteras de esta pasión que marcó nuestras vidas”.

¿Y la familia Ricardo?

“Lo más maravilloso. Mi señora Laura admirable, me casé cuando jugaba en Rangers y es una vida juntos, una mujer que merece todo. Mis dos hijos son lo que un padre sueña. Mi hijo Ricardo es geomensor y topógrafo, y mi hija Paula arquitecto. Son mi orgullo, mi emoción, mi esencia, mi refugio, el lugar donde aprendí a amar, confiar y seguir creciendo. En medio de las dificultades el apoyo que nunca abandona, que celebró mis alegrías y me sostuvo en mis caídas”.

Sin duda, que en las páginas doradas de la historia de Rangers de Talca, el nombre de Ricardo Bastías está escrito con letras doradas, porque era de esos que jugaban con el alma en la camiseta y el gol en la mirada. Su presencia era garantía de lucha arriba, de goles sufridos pero celebrados con alma y corazón.

Algunos aún evocan aquellos goles importantes ante rivales duros, con el grito ahogado en las gargantas. Ahí estaba Bastías, el de siempre, con su sello indeleble, el “Chueco”, por apodo, pero derecho por esencia, vida y amistad.

Gracias Ricardo por este momento. O simplemente gracias “Chueco”. ¡Te pasaste!