La poética de Américo Reyes

0
794

El lanzamiento de “Hijo del Guaiquillo”, de Ediciones Nueve Noventa, será el martes 13 de diciembre, a las 19:00 horas, en el Centro de Extensión de la Universidad de Talca, ubicada en Merced 437, Curicó. La obra será presentada por el académico y escritor Iván Ruiz y por la gestora cultural Pilar González Langlois.

Alguna vez leí –no recuerdo dónde– que en Chile había muchas personas que escribían versos, pero había pocos poetas. No voy a profundizar en lo que pueda haber de verdad o de mentira en ese aserto, porque lo cierto es que la persona a quien me refiero en estas líneas es un POETA, con mayúsculas, que se ha ganado un lugar entre los grandes poetas de nuestro país.  

La poesía de Américo Reyes marca un hito. Su obra se sitúa por derecho propio entre las grandes creaciones literarias de nuestra región y del país, y su antología personal Hijo del Guaiquillo (Ediciones Nueve Noventa. Curicó, 2022) viene a graficar la consolidación de una obra poética madura y acabada.

Américo Reyes, nuestro vate, no pertenece a ninguna escuela literaria, y su poesía es más bien de carácter intimista y personal. Ha sabido crear un estilo singular, un mundo propio, plagado de fascinantes alegorías y personajes que cobran vida en sus escritos. Su libro Black Waters City es el mejor ejemplo de lo que expreso. Su obra es sobria y pura, desdeña los principios clásicos de la forma y las influencias en boga hoy en día, diferenciándose con esto de otros poetas, casi inevitablemente nerudianos, pizarnianos, o parralianos.

 En su poesía, Américo Reyes es profundamente humano y la emoción escondida de sus versos llega al alma del lector. Trabaja sus versos en soledad, huyendo en parte del ruido urbano y las polémicas cotidianas. Los años lo han hecho renuente al ruido social y a todo aquello que pueda separarle de su empecinada creación. Él está consagrado por entero a su obra, entregado a una persecución de nunca acabar en pos de la palabra precisa, de la belleza primordial. Su obra nos enseña una evolución poética fundamental, decantada gota a gota para obtener el poema perfecto. De esta manera, el poeta entusiasta de Los Poemas Plumaveral y Boleros son Boleros no es el mismo bardo creador de mundos imponderables de Black Waters City. Así pues, tenemos que su poesía primera es sencilla en la forma y transparente de emociones, con lugares donde abundan las impresiones sensuales y rebeldes. Y así, de ser una doncella pura en sus primeros poemas, su poesía actual es más bien una damisela emperifollada y alcachuete, capaz de dar una misa o de bailar el caño.

Su obra comienza con el libro Los poemas plumaveral, del cual rescata en su Antología estos excelentes versos: 

Mi primer amor fueron los peces,
los ojitos nocturnos, derretidos
al principio, atónitos.
Después viene el hombre americano.

Para nuestro poeta, la poesía es una forma de conocer el mundo, de penetrar en la esencia de las cosas para comprenderlas y transformarlas, y quizás también un camino hacia las verdades inmanentes. Aun reconociéndose ateo, hay en su poesía una búsqueda constante, un anhelo de trascendencia probablemente inconsciente, que sus alusiones al destino buscan develar, tal vez, y solo tal vez, anhela una certeza innombrable.

Su quehacer poético –hasta hoy– no finaliza con su Obra Mayor: Black Waters City, sino con Canto en el canto, que sería como un retorno a las fuentes primigenias, por su lenguaje de metáforas ilusionadas e irreverentes. De ella rescato los siguientes versos:

En el río Elemental
los muertos no se ven
–y hasta pudiera pensarse que no existen–
pero basta con que estiremos un poco la mano
para constatar que permanecen ahí,
esperando siempre la caricia que los contenta.

Por otra parte, así como el río Sena de París ha sido fuente de inspiración para muchos poetas franceses –también para algunos criollos faltos de identidad, que se avergüenzan de cantarle al turbio Mapocho–, el río Guaiquillo de Curicó es fuente de inspiración para nuestro poeta, y sus aguas turbulentas en invierno han dado cobijo a su poesía, también a veces turbulenta, en los inviernos del poeta.

Este río es una clave poética transversal a toda su obra. Sus riberas, sus atardeceres, sus aguas ya menguadas, sus árboles ribereños, los sucesos semiclandestinos que lo eligen como cómplice, toda su obra está salpicada de amor a este río tan curicano, tan nuestro. Tan poca cosa, diría un foráneo…

¿Quiénes son finalmente los destinatarios de la poesía de nuestro vate? 

Para responder a ello, me quedo con unos versos consignados por él en la dedicatoria de su obra El flautista:

Al que manchó sus manos con el barro que alguna vez fueron sus padres.
Al que ha debido enrojecer a escondidas porque supuso que el tiempo era aquello que aún estaba lejos.
Al que salpica su transparencia.
Al que roza lo desconocido, como un límite vivo.
Al que fue vencido hasta en sus guerras soñadas, y llegó sin cuerpo a su primera muerte.

    

Esos serían los destinatarios de la obra de nuestro poeta. Ni más ni menos.