Mañana sábado y por segundo año consecutivo, la celebración del 1 de mayo como Día Internacional del Trabajador (en Chile, como en todo el mundo) será prácticamente solo “nominal” porque, a raíz de la pandemia del Coronavirus no debería haber grandes concentraciones humanas ni tampoco festivas manifestaciones y lo único diferente es el hecho de que es un feriado irrenunciable, como viene ocurriendo en los últimos años.
Uno de los peores impactos de la crisis sanitaria –aparte, naturalmente, de la permanente amenaza de contagios y las derivaciones que pueden culminar con la muerte– ha sido y sigue siendo la pérdida masiva de fuentes laborales cuya recuperación se ve aún muy distante pese a que se ha avanzado razonablemente bien en cuanto a las vacunaciones contra el Covid-19.
Suman millones los trabajadores que han quedado cesantes en todo el planeta y sus respectivas familias acusan este duro golpe que ha obligado a todos los gobiernos a tomar medidas paliativas para enfrentar esta contingencia que tiene perfiles dramáticos.
Por cierto, el origen de esta efeméride es tan antigua que ha cruzado por más de una pandemia, y la conciencia colectiva de la humanidad recuerda y rinde homenaje a los miles de hombres y mujeres que lucharon por reivindicaciones muy legítimas y justas, en el ámbito laboral.
Mirando retrospectivamente lo que ocurría hace poco más de cien años, podría comprobarse que las antiguas fábricas eran centros de trabajo en los que laboraban por igual hombres, mujeres, ancianos y niños, por más de 12 horas diarias y este extenuante sistema no daba opción a las personas de recuperarse, descansar ni disfrutar de un tiempo de relajo.
Mucho tuvieron que luchar los trabajadores durante años para conseguir establecer la jornada laboral de ocho horas, incluso a costa de sus propias vidas.
En 1886, en Estados Unidos, los trabajadores iniciaron una lucha para reducir la jornada laboral a 8 horas ya que hasta ese entonces el único límite que existía era el no hacer trabajar a una persona más de 18 horas sin causa justificada y la consecuencia era una multa de 25 dólares… algo que hoy nos parece inconcebible.