Fiestas clandestinas, cuicos y flaites

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Durante los últimos días las autoridades de todo el país han informado de una serie de fiestas clandestinas que se han desarrollado en diversas comunas de Chile.

La más comentada ha sido la fiesta que se desarrolló en Cachagua durante la noche de Año Nuevo y que habría sido organizada por el piloto nacional Samuel Israel, según las denuncias realizadas por los propios vecinos de la casa que arrendó para hacer esta fiesta. 

Ya se han anunciado querellas por este “encuentro” y las redes sociales explotaron con todo tipo de comentarios.

Se habla de los “cuicos”, usando este término para referirse a personas de clase alta, adinerada, catalogándolos de irresponsables y por supuesto que lo son.

Pero, ¿qué pasa con todas las fiestas que se han denunciado en los últimos días? Porque hay denuncias en todo Chile, en el norte del país, en el Cerro Alegre de Valparaíso… ¿se han catalogado de “flaites”? ¿o se han culpado a extranjeros que han sido los protagonistas en otras fiestas clandestinas? 

Algunas incluso hablan de un “clasismo cruzado”.

Pero la verdad, lo que a nadie debería importarle es si este tipo de situaciones son protagonizadas por “cuicos” o “flaites”, chilenos o extranjeros, moros o cristianos, amarillos o colorados, aquí estamos hablando de hechos reiterativos en todo el país, de los que han sido parte personas de todas las edades, de padres que incluso han expuesto a sus hijos en fiestas que, además de ser clandestinas, ilegales y que traspasan todo sentido o criterio mínimo de conciencia, son los focos que actualmente tienen a nuestro país ad portas de una segunda ola de Covid-19 que podría costar la vida de miles de personas más.

Dejemos de lado los carteles y las etiquetas, no podemos tener a una persona, ya sea carabineros, detective, militar o quien sea, cuidándonos las 24 horas del día para que nos portemos bien. 

Ya pasaron más de 10 meses desde el primer caso confirmado en Chile y parece que algunos aún no entienden absolutamente nada.