
Los “tatitas” de cuatro patas se adaptan muy rápido a sus nuevos hogares y son muy agradecidos, de tener una segunda oportunidad.
POR CYNTIA LEMUS SOTO
FUNDADORA DE FUNDACIÓN PATICORTA
CURICÓ. “Chocolata” andaba de aquí para allá con su lengüita afuera, llamando la atención de quienes circulaban por el área céntrica de la ciudad. Algunos se preguntaban cómo comía y si su lengua colgando era una señal de sus varios años.
Si bien muchos la veían deambulando por varias calles, pocos hacían el intento de tomarla o de brindarle alguna ayuda. Fue un trabajo de varios días para que “Chocolata” perdiera el miedo y se dejara acariciar. Había que acercarse de a poco, de manera lenta y tranquila, acariciando primero la cabecita, luego las manitos. Hasta que un día confió y pudimos tomarla en brazos.
Ese día cambiamos la vida de esta viejecita de 15 años. Fue llevada a un hogar temporal y comenzó un proceso de rehabilitación, que hizo que volviera a confiar en las personas y entender que no todos en este mundo les hacen daño a los animales.
DESAFÍOS
“La llegada de Chocolata a nuestra familia nos ha hecho aprender lo que significa adoptar un perrito mayor. No solo es un tema de edad, sino que además ella había sido abandonada, por lo que se nos plantearon distintos desafíos”, planteó Gabriela Vargas, su mamá humana, quien expresó que con amor y paciencia, pudieron lograr que la viejita no siguiera intentando escaparse y lograra adaptarse al ritmo de su hermano con muchos años menos.
“Nuestra viejita llegó para cambiarnos, para hacernos ir más lento y disfrutar más el tiempo, apreciar lo simple de la vida”, comentó Gabriela, quien destacó que hoy día “Chocolata” duerme tranquila, sube escaleras y pide cariño a su familia.
“Sin duda, los perritos mayores constituyen un desafío. Ellos vienen con sus costumbres, miedos y formas de ser, pero con amor, se logra que ellos se adapten a sus nuevos hogares”, aclaró.
CUIDADOS
La historia de “Choco-lata” es la de varios perritos con sus años que son desechados por sus propias familias, que no entienden lo que significa cuidar a un abuelito o abuelita de cuatro patas y prefieren deshacerse de ellos.
Y también ocurre que las personas no quieren adoptar a perritos ancianos, porque temen que partan luego de este plano o que se enfermen y no cuenten con los recursos, para enfrentar una situación de este tipo.
“Lamentablemente, aún existe el prejuicio de pensar que los perritos mayores no se acostumbran a una casa o que son mañosos, no aprenden nada y un largo etc. Pero la realidad está muy alejada de eso, puesto que los canes viejitos son infinitamente más cariñosos, agradecidos y se adaptan muy rápido”, indicó Liliana Fuenzalida, presidenta de Fundación Paticorta, quien reconoció que también existe falta de empatía en torno a los perritos viejos y también hacia los de color negro o de tamaño grande.
“En mi opinión, la única forma de cambiar la percepción de la comunidad hacia ellos, es mostrando casos de adopción de perritos con sus años, que vean cómo cambia su mirada y lo agradecidos que son cuando encuentran una familia que los quiere”, concluyó.

























