POR HÉCTOR ORELLANA ABACA
Fue de aquellos que se abrió paso entre los grandes. Se juramentó, se comprometió en el fondo de su alma cumplir un sueño de vida, luchó, trabajó y se dedicó y por ello forma parte de esos héroes que desde la nada, logran sitiarse en el estrado del éxito, de llegar al lugar donde son muchos los llamados, pero pocos los elegidos.
Su vida y su historia lo merece y lo justifica. Admiró a los ídolos y también lo fue. Pidió autógrafos y como la historia se escribe dos veces, también los firmó. Supo de vueltas olímpicas, y de quedar prendido a fuego en la historia de un club de la Región del Maule.
En definitiva, es de esos señores en quienes siempre se van a encontrar las maravillas de la vida, pero principalmente el desafío de crecer, como ejemplo para las nuevas generaciones, que nada es imposible mientras se lucha por un objetivo.
Por ello, estimados lectores de diario La Prensa, recojo la historia de un niño que soñaba con ser grande y lo consiguió, revindicando la premisa de siempre, que quien sueña y lucha por ese objetivo lo consigue, con más realidad y alegría que el propio sueño, que puede ser difuso y exagerado.
Aquí está la historia de Víctor Corrales Palma, que con su humildad nos narró su vida, sus sueños, alegrías y frustraciones.
“Nací el año 1970 en Abanico, donde está la Central Hidroeléctrica de Endesa, en la cordillera de la Región del Biobío; mi padre era funcionario. Cuando tenía 10 años terminó esa faena y mi papá fue trasladado a Colbún y ahí nos vinimos a Talca. Cuando llegué me encanté con la ciudad, con su gente y sobre todo con Rangers. Recuerdo que mi padre me llevaba a partidos de Iberia en Los Ángeles, en los años 78 y 79, pero nunca vibré tanto como fue llegar a esta ciudad”, dice.
¿De dónde viene la pasión por el fútbol?
“Mi padre jugó fútbol amateur, era muy destacado en la zona sur, seleccionado y un gran central, lo vi jugar, me llevaba de mascota y ahí sentí que debía seguir esa huella, pero hacerlo de manera profesional. Mi padre Tulio Corrales, fue una persona excepcional que siempre me apoyó y creyó en mí. Llegando a Talca, al poco tiempo, me incorporé a la infantil del Club Deportivo Regimiento, lo que fue una linda experiencia, para comenzar a cimentar mi formación”.
¿Cómo fueron sus acercamientos de Rangers?
“Tuve la oportunidad de vivir cerca del centro, me iba caminando al estadio a ver los entrenamientos de Rangers en 1981. Me colocaba atrás del arco para recoger los balones cuando salían. Era un sueño, una emoción inmensa estar cerca de los jugadores que aparecían en los diarios, en la TV, en la radio y en los álbumes de fútbol. Eso era en la semana, ya que el día domingo era hincha. Mi padre me llevaba al estadio y los veía jugar. Me acuerdo de Sergio Bratti, Miguel Ángel Pecoraro, el “Coto” Acevedo y por cierto del gran capitán Pablo Prieto, y otros, con quienes en el devenir del tiempo jugué y más aún, soy su amigo”.
¿Hay un momento que el sueño de ser futbolista se refuerza y ya ahí el desafío comienza a tomar forma?
“Como le contaba, me entretenía ir a los entrenamientos y siendo entrenador Alfonso ‘Chepo’ Sepúlveda, jugando yo con un balón atrás del arco se me acerca y me dice ¡tú eres bueno chico! ¿Dónde juegas? Le respondo que en la escuela. Entonces pensé si un entrenador de un equipo profesional me dice eso es porque puedo llegar. Posteriormente y jugando en el Liceo A 8, mi amigo Cristián Montecinos me motiva para ir a probarme a las cadetes de Rangers, el año 1986 a la primera infantil. Fui, me probé y me quedé. Dirigía el profesor Samuel Carrasco”.
¿Y cómo se comienza a cimentar el camino hasta llegar al profesionalismo?
“Comencé a pasar varias etapas, con grandes profesores. También estaba don Guillermo Medina, que me hacía jugar con los juveniles, siendo yo de primera infantil me tenía mucha fe, jugué siempre en posiciones de defensa. El 86 y 87 hice la primera infantil y el 88 pasé a juvenil con el profesor Patricio Lagos. Ese año fuimos a jugar una semifinal con Everton en Viña y de esa serie el profesor Hugo Solís, el año 88 subió al plantel a Mario Garrido, José Yates, Neftalí Díaz, Cristián Montecinos, Pedro Farías y yo. El único que jugó en el primer equipo ese año fue Cristián, pero ahí di el gran salto viviendo todo el proceso que culminó con el ascenso a primera”.
¿Y el debut?
“El año 89 Hugo Solís me hace debutar en una Copa de Invierno, en un clásico frente a Linares, donde ganamos 1 a 0 con gol de Hermes Navarro. Todo eso fue muy lindo, era cumplir un sueño, compartiendo camarín con quienes admiraba y que me trataron con mucha deferencia y me acompañaron en mi crecimiento futbolístico. Era cerrar un proceso e iniciar otra etapa llegando de pasapelotas el 81 y debutando profesionalmente el 89. Me mantuve en el plantel hasta el 91 jugué varios partidos. Llega entonces Eugenio Jara y me dice que no me ocupará, porque el plantel era muy generoso en mi puesto y me vaya a préstamo. Me fui a Laja el año 1992, dirigía Humberto “Chita” Cruz hicimos una buena campaña, pero no alcanzó. Llega fin de año y vuelvo a fines de temporada a Talca y por decisión técnica otra vez salgo a préstamo y me voy a Linares”.
¿Fue en Linares donde consiguió sus mayores logros?
“Sí. El 93 el equipo se llamaba Frutilinares, había muchos recursos y por tanto no teníamos problemas económicos. El 94 se formó un gran plantel y salimos campeones de la liguilla jugada en Linares, ganando la final frente a Santiago Morning y logramos el histórico ascenso cuando la ciudad cumplía 200 años. Teníamos a un presidente que también era alcalde de Linares, Sergio Sepúlveda, que era comprometido y entusiasta. Ahí me mantuve otra temporada jugando en la entonces Segunda División. Tenía todo arreglado para seguir en la temporada 96, había jugado el 70% de la temporada y el resto me lo impidió una lesión, fui capitán y estaba a muy buen nivel. Los tres técnicos que hubo ese año me mantuvieron como titular: Rolando García, Eduardo Apablaza y Víctor Adriazola. Otra vez aparece Eugenio Jara y me dice que no me va a ocupar entonces me señala que sería enviado a préstamo. No lo acepté, sentí una injusticia tremenda y mi decisión fue dejar el fútbol. Por decisión propia tuve ofertas, pero no las acepté. Había cumplido un sueño, logrado cosas importantes y era el momento de explorar nuevos horizontes”.
¿Cómo fue la nueva vida luego del fútbol profesional?
“Tras el retiro del fútbol profesional jugué en el 18 de Septiembre, Juvenil Seminario y 14 años en 21 de Mayo de Curicó, donde me llevó mi amigo Pablo Helmo. De manera paralela estudié Administración de Empresas, lo que me permitió también a través del fútbol, por los recordados torneos del fútbol laboral, llegar a hacer la práctica a Oriencoop, la cooperativa de ahorro del barrio oriente, donde ya llevo más de 25 años. Ahí conocí a mi señora Erika, con quien formamos una linda familia, Tengo dos: hijas Leonor y Agustina, que son mi eje de vida, motivación, mis estrellitas, mi luz. También por decisión personal dejé el fútbol amateur, los fines de semana me los pasaba en las canchas y mis hijas crecían, opté por ellas”.
“El fútbol para mi es felicidad, me dio grandes alegrías, fui conocido, hice amigos de los buenos con quienes mantengo contacto, nos reunimos todos los años los campeones del 94 en Linares, participé en la agrupación de excadetes de Rangers y en la actualidad soy el tesorero de la agrupación Social y Deportiva Rangers que lidera Pablo Prieto. Jugar un partido, conversar, reunirnos para hacer un tercer tiempo es algo que me llena de alegría. Soy un agradecido de la vida que me dio la posibilidad de hacer lo que quería. No me gané enemigos, si muchos amigos, algunos de los cuales ya nos han dejado como Jaime Matamala y Roberto Rosales a quienes recuerdo con mucho aprecio. Una amistad eterna con Cristian Montecinos, con quien venimos juntos de las selecciones de las escuelas concentradas”.
En el final de esta linda conversación, Víctor Corrales, rojinegro de corazón, lamenta el momento deportivo del club que ya lleva más de una década en la B. “Rangers es una institución de primera, da mucha frustración ver cómo pasan los años y se sigue acentuando el sufrimiento de los hinchas”.
Gracias Víctor por tu tiempo, por contar un testimonio que debe ser una lección para las nuevas generaciones que cuando se quiere, se puede.