Obispo. Prelado pide a fieles su oración para que lo acompañen, en esta nueva misión al frente de la Diócesis de Talca.
Talca. “Estoy contento por este llamado a servir en esta Iglesia de Talca. Estos dos años y medio en que he estado como Administrador Apostólico, me han dado la oportunidad de apreciar y valorar su riqueza y diversidad. También he conocido sus heridas y el esfuerzo inmenso de todos sus miembros, laicos, religiosas, diáconos y sacerdotes, para enfrentarlas con humildad y verdad y para volver al centro de su misión”.
Es lo primero que señala monseñor Galo Fernández, al ser consultado por su nombramiento como obispo titular de la Diócesis de Talca. Y agrega que este cargo lo asume con estupor, “una conmoción interna, ante la desproporción entre mis débiles capacidades y los enormes desafíos que este cargo representa, pero lo asumo sostenido en la confianza de que Dios no abandona a su Iglesia y que, por lo mismo, cuida de asistir con su gracia a los que llama para su servicio. Les pido a todos que me acompañen con su oración”.
¿Cuál es su compromiso con los fieles de la Diócesis?
“El vínculo entre el Obispo y la Diócesis que se le confía es muy profundo. La tradición de la Iglesia lo expresa en términos nupciales. El Pastor debe amar a la Iglesia que se le confía, al punto de estar dispuesto a entregar la vida por ella. Este es el desafío fundamental que asumo. Un amor verdadero no es un mero sentimentalismo; exige trabajar incansablemente para que esta comunidad sea más bella y cumpla su misión al servicio del proyecto de Jesús. Siguiendo las orientaciones del Papa Francisco, quisiera ejercer un ministerio pastoral marcado por la cercanía y la disponibilidad para con todos, especialmente para con los pobres y excluidos. Pienso en quienes sobreviven en medio de grandes carencias por falta de un trabajo estable y justamente remunerado. Pienso en los adultos mayores, tantas veces abandonados y batiéndoselas con pensiones miserables. Pienso en los migrantes, a quienes no se les reconoce su dignidad solo por no ser ciudadanos. Pienso en quienes están atrapados en adicciones y en quienes están encarcelados que, si bien corresponde que cumplan la condena por sus delitos, también que se les brinde la oportunidad para redimirse. En fin, en tantos otros que son víctimas de discriminación por motivo de su identidad sexual o cultural”.
¿De qué manera Ud. piensa recuperar la confianza de la gente hacia la iglesia, frente a los hechos ya conocidos?
“La confianza no se supera con estrategias artificiales, sino superando de verdad las causas que la dañaron tan gravemente. Tenemos que pasar de ser la institución señalada por el escándalo de los abusos sexuales contra menores, a ser el lugar del mayor resguardo de los pequeños y los más vulnerables, a ser una comunidad donde se respire respeto y buen trato, tal como corresponde a una comunidad que profesa la doctrina de Jesús. Hemos dado pasos importantes, formando a más de dos mil laicos y consagrados en la prevención de los abusos. Existe una comisión especializada, un receptor de denuncias y asumimos el compromiso de que todos quienes ejercen diversos servicios reciban esta formación, que permite comprender las dinámicas del abuso y las formas cómo la comunidad puede contribuir a evitarlos. A fines del año pasado, comenzamos a difundir el documento sobre la ‘Integridad en el Servicio Eclesial’ de la Conferencia Episcopal de Chile, en el que se definen con claridad las pautas que corresponden no solo a la prevención de los abusos, sino para construir el ambiente de buen trato que consideramos debe existir en todas las parroquias, colegios y en todas comunidades e instituciones de la Iglesia. Todavía nos falta mucho, sobre todo en la acogida y acompañamiento de las víctimas. En los últimos años hemos acogidos las denuncias, establecido las medidas cautelares; hemos ofrecido apoyo sicológico a las víctimas y realizado los procesos canónicos que corresponden. También hemos colaborado con el Ministerio público entregando los antecedentes”.
ACTUALIDAD
¿Cómo ve al Chile de hoy?
“Es evidente que estamos insertos en una crisis social e institucional muy profunda. El proceso de cambio constitucional intenta canalizar esta crisis, cuya raíz sabemos es la indignación ante una larga serie de abusos e injusticias, de la cual nosotros mismos no estamos exentos, por lo que conlleva la determinación de un cambio radical que permita construir un país más justo, más igualitario, con normas claras para evitar los abusos de todo tipo, un país en donde la dignidad de las personas sea resguardada como corresponde. Como en toda crisis, tenemos aquí una preciosa oportunidad como también delicados riesgos que afrontar”.
¿En tiempo de elecciones, en qué debe fijarse la gente antes de votar?
“La responsabilidad que recae sobre los electores es muy fuerte. Y esta vez resulta muy complicado, porque se trata de cuatro elecciones. Desde la Iglesia no nos corresponde favorecer ninguna opción, por ello no podría decir nada que pudiera interpretarse como una inclinación. Lo único que me atrevo a decir, es que dado lo trascendental de esta elección tenemos que gastar tiempo para enterarnos de las distintas propuestas. No basta con quedarse con un slogan de campaña, ni con una impresión rápida o sesgada. Esta vez, corresponde como nunca indagar, leer mucho, pensar, y todavía más, me atrevo a decir “poner en oración” la opción que nos parece más adecuada”.